divendres, 18 de desembre del 2015

CURS DE MINERALS PER ÙS TERAPÉUTIC

Maria Dolors Sala Lleal en ANUNCIA TU CURSO, TALLER, CHARLA
CURSO DE CRISTALES PARA SANACIÓN.
CURSO SENSITIVO DONDE APRENDEREMOS LOS CRISTALES POR COLORES, COMO LIMPIARLOS, RECARGARLOS, HACER ELIXIRES, Y SU CORRECTA COLOCACIÓN COMO TERÁPIA ÚNICA O COMO COMPLEMENTO CON REIKI O/I OTRAS TERAPIAS NATURALES.
INCLUYE DOSSIER COMPLETO Y CERTIFICADO DE ASISTENCIA.
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dilluns, 14 de desembre del 2015

BON NADAL

QUE ELS PETONS, LES ABRAÇADES, EL CARINYO, L'EMPATÍA, L'AMOR, L'ALEGRÍA....FORMIN PART DE TOTS ELS INSTANTS D'AQUESTES FESTES DE NADAL, EN TOTES LES NOSTRES LLARS, EN TOTS ELS NOSTRES CORS.........

cual es tu Familia Almica??

NUESTRO NÚMERO DE ALMA SUMADO AL NÚMERO DEL AÑO EN EL QUE ESTAMOS NOS DA EL NÚMERO DEL AÑO EMOCIONAL, O SEA, LO QUE NOS TOCA VIVIR ESE AÑO. VAMOS A DESCUBRIRLO:


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Es un año para seguir el impulso de correr hacia lo nuevo. La base es que lo viejo no funciona igual que antes. Le damos forma o salida a nuestros impulsos y también estamos más conscientes de cuando los reprimimos. Nos sentimos más activos.
También aparecen nuevos intereses que se presentan a través de ideas nuevas. Nos apuntamos a cosas que parece que serán duraderas y la semana siguiente nos apetece hacer otra cosa completamente distinta.
Año de cambios, las dificultades en este año pueden venir de no haber dicho adiós a las cosas viejas en el año anterior y seguir enganchado a ellas. Si hemos sabido decir adiós y gracias el año pasado, lo nuevo nos llega fácil y agradable.
La personalidad y el ego están mas sensibles este año que de costumbre.
No es un año de problemas económicos, este periodo es para vivir otras cosas. El 1 es la metáfora del recién nacido. El niño no tiene que buscar la comida por su cuenta, eso ya lo tiene solucionado.
Estamos más en contacto con nuestras emociones que con la parte racional o lógica. Somos más impulsivos, no queremos pensarnos tanto las cosas.
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Año de relaciones que se intensifican en el uno a uno. Tenemos más fuerza de personalidad, que se siente como una atracción de personas y acontecimientos. También en consecuencia hay menos necesidad de expresar nuestra fuerza directamente.
Estamos más presentes o conscientes de nuestro mundo interior. Como un efecto de esto suelen cambiar los sueños que aparentan más reales.
Año de estar ocupado, mucho trabajo y pocas recompensas directa o externas por ese trabajo. Se viven aspectos más internos. En el año 1 se toma un impulso realizando una acción, orgulloso de lo que se ha hecho, en el año 2 uno se siente que se ha entregado a algo que valía la pena. Este proyecto que vale la pena normalmente no es para uno mismo, es por un interés general y apoyando un trabajo donde otra persona o el mismo proyecto recibe el mérito.
Las cosas que uno quiere directamente le vienen indirectamente. Se trata de tener claro lo que uno quiere y entonces atender lo que tiene delante, que normalmente en este año es ayudar al otro. Entonces de forma mágica, aparece lo que nosotros queremos de indirectamente.
La fuerza viene del interior y este es un año interior. Cuando uno esta conectado al interior se siente más fuerte. Es una fuerza indirecta que si se usa para apoyar a otros funciona mejor para ambos.
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Año de nuevas ideas, de proyectos creativos, de expresión y comunicación. Suelen ocurrir acontecimientos que estimulan el miedo y también se agudiza la intuición.
Aparecen nuevas posibilidades, aventuras, fantasías y eso nos crea inseguridad, dudas, altibajos y miedo como metáfora de fuerza creativa bruta. Nuestras resistencias estarán más a flor de piel, estaremos más sensibles y parecerá que ya no aguantamos o aguantamos menos. Sentimos el impulso de dejar circunstancias o relaciones que parece que nos limitan.
No es un año de mucha actividad externa, el movimiento va por dentro, en como uno percibe el mundo exterior. Nos interesa descubrir como ocurren las cosas, como se crean los acontecimientos. Es un año para darse cuenta de que no hace falta luchar en el mundo exterior para que funcionen las cosas, que la clave es nuestro mundo interior y que si le hacemos caso, las cosas externas parece que funcionan solas.
Uno de los efectos que se produce cuando uno da paso a lo nuevo, es que también entra nueva energía y se sitúa en un nuevo nivel de conciencia. Las cosas del pasado que no están a ese nuevo nivel salen. Esas cosas del pasado están en nuestro interior y la forma que tienen de salir es manifestándose físicamente en el mundo. A veces, esa manifestación externa, no es agradable porque hace mucho ruido. Es como ponerse a limpiar, que se ve más suciedad al principio. Esa mayor suciedad son las cosas del pasado saliendo.
Cuando algo del pasado sale, nos cuesta soltarlo. Puede hacerlo más fácil darnos cuenta de que lo que nos cuesta soltar no es la parte material, sino el sentimiento que llevamos dentro. Una forma de dar la libertad a ese sentimiento y a las personas involucradas en él, es utilizar la materia como símbolo de esa circunstancia, es decir los objetos que guardamos relacionados con ese pasado, y al soltarlos liberar la energía enganchada en ellos, recuperando nuestra energía y devolviendo el resto a quien le pertenezca. Así uno deja de tener fragmentada su energía en el pasado y está toda disponible en el presente.
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El 4 simboliza la energía tomando forma física, manifestándose materialmente. Así en este año las cosas de nuestro mundo interior, como ideas, visiones, sueños, se manifiestan físicamente, externamente. La otra cara de este aspecto es que si sentimos, interiormente, que nuestra vida no evoluciona, exteriormente aparecen obstáculos, dificultades. En este año, con ese punto de vista, nos va a parecer que de repente se nos cierran todas las puertas.
Periodo de revisión de nuestras estructuras, familia, casa, trabajo y todo lo relacionado con la estabilidad. Probablemente una metáfora de cambio de casa, o donde uno se siente en su casa, como en el trabajo o como miembro de una organización o grupo, aunque no tiene porque ser permanente. Quizá por un tiempo vivir en otro sitio, o realizar cambios dentro de la casa o cambio de coche, trabajo, o de posición en la misma empresa. También aspectos familiares, uniones, separaciones, nacimientos.
Los problemas físicos en el cuerpo son otra manifestación de un año de obstáculos o quizá accidentes físicos. Es un periodo para trabajar la paciencia, para ver la vida paso a paso y confiar, manteniendo la intención de dónde vamos y poniendo atención sólo en el paso que estamos dando en ese momento.
No se puede hacer nada para tener más paciencia. Si intentamos ser más pacientes, nos ponemos más nerviosos, más impacientes. Lo que si podemos hacer es tener confianza. La confianza está en un nivel más amplio que la paciencia. Podemos confiar en nosotros mismos o en los demás, pero la verdadera confianza es la que tengamos en la vida, que también podemos llamar fe. La fe o certeza están en un nivel más amplio que la confianza en nosotros mismos o en los demás. Así se trabaja la paciencia, con confianza, fe y certeza.
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En este periodo dispondremos de mucha energía. La energía enfocada en una dirección, nos dará acción, movimiento, libertad y variedad. Si no la dirigimos nos provocará nerviosismo y miedo.

Es un año para disfrutar de la variedad, para hacer muchas actividades diferentes, con mucha intensidad y por un corto periodo. Si estamos en movimiento, no nos va a faltar energía, porque lo que quiere la energía es circular. Si nos quedamos parados, nos consumirá y no tendremos fuerzas ni para levantarnos del sofá. Si no hacemos circular la energía se bloquea y provoca tensión y dolor muscular. Podemos tener dolores de cabeza y de espalda.
 

Este año nos sobra energía para nuestros proyectos y para hacerla circular hay que dársela a los demás, a cuantos más mejor. Es un periodo para estar al servicio de los proyectos de otras personas, aportándoles nuestra colaboración desinteresada. Nuestro desafío será no intentar controlar al otro, ni su proyecto. Es un desafío porque cuando aportamos nuestra energía a un proyecto, nos gustaría sentirnos parte de él. Eso nos hace dependientes y este es una año para vivir la libertad. Para ser libre lo primero es dar libertad al otro y a su proyecto. Ser libre metafóricamente lo mismo que ser rico. Como metáfora de movimiento y de estar al servicio de otros, haremos viajes cortos y frecuentes. Viajes para apoyar a otros, no son viajes de vacaciones, quizá de trabajo o personales.
 

Es un año para vivir la libertad, la no- dependencia. Podemos aprovechar para liberarnos de viejas ataduras del pasado. Podemos notar la energía en las manos. Facilidad para deshacer las ataduras del pasado y quedarnos con las manos libres para apoyar al otro.
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Año para vivir el amor, a través de experiencias de amor total, de disfrutar sintiéndose enamorado de todo. Es también un periodo para vivir el éxito, en muchos casos aparentemente no merecido desde nuestro punto de vista, porque nos llega sin esforzarnos.
También podemos elegir sentir que es injusto que el éxito llegue ahora con tan poco esfuerzo, cuando creemos que lo hemos merecido en muchas otras ocasiones y no ha llegado. Este periodo es una buena oportunidad para darse cuenta de que el éxito es la opinión del otro y que se va tan fácil como llega. Es igual de absurdo apegarse al éxito que al fracaso.
Nos podemos sentir desde abandonados a traicionados. Es posible que tengamos alguna buena excusa para sentirnos así y también podemos utilizar esa circunstancia para darnos cuenta que uno nunca está solo. Ahora mismo podemos elegir creer que este año nos van a abandonar y sentirnos víctimas o que vamos a poder aprovechar esa circunstancia para evolucionar.
También podemos abandonar una relación, proyecto, circunstancia o trabajo porque nos sentimos abandonados por él, es decir, ya no nos apoya.
Vamos a trabajar también la responsabilidad: nos veremos agobiados por la responsabilidad. Hay que descubrir que uno es sólo responsable en cada instante de lo que tiene delante. La responsabilidad no va más lejos, la mente sí, pero no hace falta.
Nuestra intuición está muy clara y es un buen periodo para la comunicación; hablamos con mucha fluidez, aunque también podemos meter la pata a través de las cosas que decimos, aunque no por no tener razón, sino por sus consecuencias. Aparecen desafíos de aceptación personal. Tenemos una idea de perfección o del mundo ideal que es poco práctica y se convierte en inalcanzable. Nos hace falta bajar esa idea de perfección a la tierra, algo más cercano para el primer paso.
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Año de explorar nuevas posibilidades como si fueran distintos mundos; pueden ser en el mundo del trabajo o personal, o tomar la forma de viajes: año para viajar; el mundo nos recuerda que está ahí para visitarlo.
En este periodo parece que los acontecimientos incrementan su intensidad; si antes nos molestaba algo, ahora nos molesta más. Pueden aparecer aspectos de competencia, lucha o agresividad para lograr nuestros objetivos. Suele haber bastante ruido mental “comerse el coco”. Tenemos muchas cosas en la cabeza que nos parece que son importantes. Si intentamos solucionarlas una por una no acaban nunca, pero si nos enfocamos en un contexto más amplio, al que podemos acceder con los alimentos del alma1, parece que las otras cosas se solucionan solas o sin conflicto.
Es buen momento para poner atención en las creencias que tenemos sobre el mundo material, porque incrementan su intensidad y podemos verlas mejor. Si no prestamos atención a este proceso, podemos creernos más el mundo material y ser más dependientes de él.
Periodo para desarrollar proyectos o ideas de forma racional hasta un punto en el que la lógica se acaba y dónde el proyecto continua con un salto al vacío que representa el salto de la razón al corazón. Esa es una manera de alinearnos con la energía 7 de este año para que las cosas funcionen: cuidar los detalles hasta un punto en que hay que soltarlo todo y confiar en que la vida siempre apoya.
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2015 es un año Emocional Universal 8: el Poder, La Transformación, la Libertad, son cualidades del 8.
Año de transformación o más concretamente de transmutación, un proceso más alquímico de salto de una dimensión a otra, muerte y regeneración; metáfora del resurgir del fénix de las cenizas. Dependiendo de la atención y sensibilidad de cada persona a esta transmutación, hay quién empieza a notarla en el año 8 y quién la nota en el 9 donde es mucho más evidente.
También es un año en el que se manifiesta poder a través de conseguir objetivos, o a través de algún tipo de mando, donde las circunstancias parece que nos sitúan en un punto donde debemos tomar decisiones que afectan a otras personas.
Es un año donde se manifiesta la metáfora de la muerte como proceso de transformación. El 8 representa el movimiento de energía de un nivel a otro y eso requiere la muerte de un nivel para el nacimiento del otro. Hay saltos de energía, otra llama de energía que entra. Los años 8 y 9 pueden ser los más fuertes. Hay veces que el 1 aparenta más fuerte; eso ocurre si no se acepta la transmutación en los años 8 y 9. Hay también muchas oportunidades de vivir la muerte del ego.
Es un periodo para confiar en que todo va bien y creer en la magia de la vida, donde es suficiente tener una intención clara sobre que es lo mejor que puede pasar y dónde no es necesario intervenir directamente para que funcionen las cosas. Al contrario, meter la mano o manipular, juega en contra nuestro.
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El año 9 marca el final de un ciclo. Cosas que hemos estado haciendo en los últimos años dejan de interesarnos. Año de despedidas, el truco está en decir adiós y gracias por todo lo aportado.
La vida nos apoya, pero no a nuestras creencias de importancia personal. Este periodo no nos tiene lástima. Nos hemos ido dejando cosas pendientes por el camino, llega el periodo 9 y es el momento de pasar cuentas y ponerse al día.
Nos toca trabajar el desapego. Tenemos la oportunidad de llegar a un punto donde aceptemos los acontecimientos tal cual, sin tenernos lastima.
Las cosas se acaban, o aspectos de relaciones o proyectos están caducos y hay que hacerlo de otra manera. Todo está moviendo y lo peor que podemos hacer es agarrarnos, porque cuanto más intentamos agarrarnos peor lo pasamos. Podemos elegir entre la amargura de querer agarrarnos a algo que se acabó o aceptar que eso está ya completo y que toca otra cosa.















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Este periodo es como una fiesta de despedida, la fiesta dura todo el año, el único problema es que nos olvidemos de que estamos en una fiesta. Es un buen año para disfrutar del momento.

Es un año que marca el inicio de cambios profundos, cambios de rumbo. Se amplia el nivel de conciencia, las cosas se ven de otra manera y toca actuar en consecuencia. Hay que poner la atención en lo que llega, que es donde están los regalos, no en lo que se va. El efecto de pasar cuentas hace también que den fruto semillas que plantamos hace años en un terreno fértil y hasta se nos olvidó regar. Es como haber hecho un ingreso en un banco hace años, al ir a poner la cuenta al día, resulta que encontramos los intereses.

NUMEROLOGIA TÁNTRICA. ERIC ROLF

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LA SUMA DE LOS NÚMEROS DE NUESTRA FECHA DE NACIMIENTO NOS DÁ NUESTRO NÚMERO DE ALMA. DESCUBRIMOS CUAL ES EL NUESTRO:


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El 1 viene de la Unidad, que es una forma de decir que antes del uno está el Todo o la Nada. Es como si tuviera a Dios detrás, que le anima y le da el impulso para empezar a andar sus primeros pasos. Parte de su camino es separarse de ese Todo y ponerse por su cuenta. Para distinguirse, se reafirma en el YO, que le hace muy sensible a su ego. Es externo y protagonista, actúa por instinto primario, atraído por la novedad, con la ingenuidad y la inocencia de ser un hijo de Dios.”
l 1 es el primer número que llega, el 9 es el último. El 1 viene del Todo y el 9 va a la Nada, el Todo y la Nada son distintas manifestaciones de lo Mismo, son la primera división mental en dos extremos. El 1 viene del mismo sitio donde va el 9, aunque el 1 lo ve como el Todo y el 9 como la Nada. El 1 lo ve como un Todo porque justo acaba de estar ahí y su última experiencia ha sido ese contacto pleno con la Totalidad; se desprende de Ella para andar por su cuenta, a eso ha venido.
Con el 1 empieza la función, el público nos está esperando. Llegamos al escenario y se levanta el telón. Somos los protagonistas y queremos hacerlo muy bien. Nos afecta mucho la crítica de nuestro público: “¿les gustará, qué dirán, qué pensarán?” y peor “¡que pensarán y no dirán!”. Como estamos muy enfocados al exterior, nuestro ego es muy sensible.
A los 1 nos encanta el protagonismo. Se nos da bien ser artistas, interpretamos bien cualquier papel. Si nos lo proponemos podemos ser buenos mentirosos. Un actor, por mucho que grite, llore o ría, sabe que está actuando; por un lado, se entrega con pasión y, por otro, sabe que no es de verdad, que está interpretando un papel.

Los 1 venimos muy unidos a la Totalidad y por ello no tendremos al principio una individualidad muy fuerte. Vamos a darle fuerza a nuestra personalidad desarrollando el ego. Llegamos sintiendo que formamos parte de un gran conjunto y poco a poco nos queremos separar de ese conjunto para ser más nosotros mismos. Por eso queremos resaltar: lo que estamos buscando es esa identidad propia y vamos a crear un personaje para sentirnos separados de ese Todo.
Para desarrollar el ego, queremos ser los primeros y llamar la atención de alguna manera. Nos gusta destacar y lo vamos a conseguir de una forma o de otra; vamos a ser los mejores o los peores, no importa, lo importante es ser únicos. Si no conseguimos ser el mejor ni el peor, por lo menos seremos especiales y haremos alguna cosa fuera de lo común.
Nos atrae lo nuevo, nos gusta el empezar cosas. Somos muy impulsivos y si nos permitimos seguir nuestros impulsos, somos muy creativos. Tenemos la habilidad de actuar con creatividad en cualquier mundo, porque tenemos una conexión directa con la energía creativa del Universo. Ser creativo es dejar entrar lo nuevo. Para que entre lo nuevo debemos dejar salir lo viejo, que es el pasado. Con un impulso somos capaces de crear un mundo, pero también de destruirlo. Nos gusta lo muy nuevo o lo muy viejo, lo de ayer o no nos interesa o nos sentimos amenazados por ello. Por ejemplo, no hay conflicto entre nuestras ideas y las de los romanos, porque hay suficiente distancia entre nosotros, pero si puede haberlo entre sus ideas y las de nuestros padres.
La vida es nueva a cada instante y una de las formas prácticas de verlo es seguir nuestro impulso, que es también nuevo en cada instante. Seguir nuestros impulsos es como empezar algo nuevo en cada momento. Los impulsos vienen del corazón y son también nuestra forma de dar. Si nos resistimos al impulso de dar es porque nos paramos a pensarlo; este “parar a pensar” interrumpe nuestra creatividad, el parar se convierte en parálisis.
Podemos ver nuestra vida como si acabáramos de llegar a algún lugar nuevo, desconocido. Es lógico que nos falte confianza porque no tenemos experiencia en un lugar así. La confianza no es algo que se puede alcanzar directamente, es una consecuencia. No se puede hacer nada para tener confianza; hay que correr un riesgo, lanzarse y esperar a ver qué pasa. Arriesgarse es mirar a lo desconocido de frente. Después de dar un paso hacia lo desconocido y obtener un resultado agradable surge una especie de confianza. Por ejemplo, cruzar la calle; sólo después que hemos cruzado varias veces, nos sentimos más seguros a la hora de cruzar. El peligro sigue estando ahí, pero ahora lo vemos diferente, con más confianza.
Somos personas que parece que no envejecemos ni cuando maduramos. Somos niños eternos y nos gusta mirar al mundo como nuestro juguete. Nunca perdemos esa parte inocente, de ilusión y esperanza, que tienen los niños.
Somos todo corazón, muy impulsivos, nos enamoramos de algo y nos parece que va a ser para toda la vida, pero a la semana siguiente nos enamoramos de otra cosa. Si el impulso nos sale del corazón, nos sobra amor para hacer de madre de todos. Cuando nos dejamos llevar por el corazón, podemos superar cualquier nivel de inteligencia mental, porque ésta es racional, por tanto limitada, en cambio el corazón no y puede ir mucho más lejos.
Cuando no queremos hacer algo que hay que hacer, le preguntamos a otra persona lo que deberíamos hacer. Como nosotros nunca hacemos lo que nos dicen, asunto arreglado, ya tenemos excusa para no hacerlo. Cuando realmente nos apetece hacer algo, no le preguntamos a nadie, ¡Somos pura emoción!!

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 El 2 complementa ”al otro” buscando el equilibrio. En consecuencia, el 2 no será nada protagonista, encontrando su camino dando apoyo desde la sombra, sin pedir recompensas y sin necesidad dejustificarlo. El 1 explora el exterior, y el equilibrio lleva al 2 al otro lado, hacia el interior, que representa el mundo de los sueños y la imaginación”.

Una de las claves del dos son las relaciones personales. Al llegar el dos, nota la separación con el uno porque se ve distinto a él y se quiere relacionar.
Dentro del primer triángulo somos el número con más fuerza. Estamos muy conectados con nuestro corazón y somos muy honestos. Nos relacionamos mucho mejor con nuestro mundo interior que con el exterior. Ante todo, tenemos la capacidad de dar, de apoyar, de ser generosos. Aunque todas las personas vienen a dar, nosotros representamos la metáfora más cercana de ese dar.
Una de las cosas más importantes que vamos a aprender en nuestro camino es el verdadero significado de dar. Venimos a dar sin preguntar o justificar. Nuestra evolución depende de la medida en que ofrezcamos nuestro apoyo y colaboración sin juzgar a las personas que están a nuestro alrededor.

Sabemos escuchar y eso ya apoya. En el escuchar hay una especie de aceptación de la otra persona, aunque no necesariamente tenemos que estar de acuerdo con lo que diga. Siempre estamos dispuestos a manifestar nuestro apoyo a través de alguna acción concreta para beneficiar al otro, haciendo algo que le sirva. El otro se siente más apoyado, no tanto por la acción concreta que nosotros realicemos, sino por el hecho de estar allí, a su lado. Escuchar con atención es lo primero que podemos hacer por la otra persona.
La fuente del poder es estar relajado. Cuando nos relajamos nos abrimos y, cuanto más abiertos estamos, más fuerza de la vida permitimos que pase a través de nosotros. A la vez, de más energía disponemos para hacer cualquier cosa. Si estamos tensos, menos energía entra y menos sale. Para poder dar ese apoyo como parte de nuestro propósito de vida, necesitamos estar relajados.
Venimos a vivir las relaciones personales de uno en uno, o sea, dos en total. Necesitamos parejas, socios, amigos, compañeros, en definitiva, necesitamos “el otro”. El otro es una especie de nuestrorepresentante en el mundo exterior, porque nosotros somos muy interiores y eso se suele manifestar de forma que el otro es más protagonista y nosotros le apoyamos desde la sombra.
Aunque solemos dejarle el protagonismo al otro y esto parece una forma de dar, muchas veces no lo es. Es posible que cuando damos, antes que lleguemos a entender el verdadero significado de dar, pretendamos mantener el control sobre lo que dimos; y esto puede ser una trampa, porque si el otro falla, le vamos a echar la culpa. No cogemos la responsabilidad y le dejamos al otro el protagonismo. A la vez esperamos que el otro se equivoque para recriminarlo. Lo que empezó con un dar se ha convertido en este caso en un préstamo con intereses. Nos cuesta tomar la acción por nuestra cuenta, preferimos que alguien cuente con nosotros. Aunque no nos gusta necesitar nada, necesitamos que el otro nos necesite. Darnos cuenta que el otro nos necesita es una especie de recompensa porque el otro se da cuenta de que tenemos un valor y de que somos útiles.
Una de las claves en las relaciones viene a través del espejo, es decir, observándote a ti mismo es como empiezas a conocer al otro. Más conocerás al otro cuanto más conozcas de ti. El espejo funciona en las dos direcciones, tenemos relaciones diferentes con cada persona y cada una de esas personas refleja una parte nuestra, a veces una que no nos gusta mirar, por eso el otro nos la pone delante, para que podamos transformarla.
No tenemos, en principio, motivo alguno para ser materialistas, ya que en nuestro mundo interior no hay nada material. Así, nos sentimos mucho más seguros ubicándonos en el interior que en el exterior. En cierta forma, el mundo exterior nos asusta y, si ese temor es muy acusado, puede hacer que nos enganchemos a un enfoque en exceso materialista, para compensar la inseguridad que sentimos en el mundo material. La materia se puede ver y agarrar, y cuando uno se siente inseguro en el mundo material, cree que puede suplir esa inseguridad rodeándose de mucha materia, ya sea bienes, dinero, o personas que los tienen, que es una metáfora de seguridad. Ese enfoque materialista persiste hasta que nos damos cuenta de que esa seguridad exterior es falsa y de que, en cambio, la seguridad interior va siempre con nosotros. Entonces podemos soltarnos y actuar más de acuerdo con nuestra naturaleza.
Antes de que podamos abrirnos a nuestro amplio potencial creativo, debemos encontrarnos a nosotros mismos, algo así como intentar responder a la pregunta “quién soy” o “qué hago aquí”. Debemos encontrar un equilibrio entre quién somos, ya que nuestra naturaleza es interior, y dónde estamos, ya que tendemos a ver el mundo como algo completamente exterior y no es así. Solemos tener grandes dificultades para integrar interior con exterior. Muchas veces el mundo exterior sólo nos sirve para darnos cuenta de que estábamos imaginando una fantasía y, de golpe, aterrizar en lo que nos parece la cruda realidad. Aunque interior y exterior parecen irreconciliables, podemos sacar partido de nuestras visiones interiores si encontramos la manera de que se manifiesten en el mundo exterior. Una manera puede ser tener claro lo que queremos, seguir nuestra intuición, atender lo que tenemos delante y confiar en que llegará.
Una forma práctica de encontrarnos es tomar la responsabilidad de nuestra propia vida, centrándonos en dónde estamos y para qué, lo que nos permitequitar la atención del pasado y devolverla al presente. En el pasado se queda el porqué llegamos aquí, quién participó en ello y el resto de los porqués, ahora ya no importan. Eso nos permite seguir el impulso de nuestra extraordinaria intuición y vivir de acuerdo con nuestros principios elevados.
Una de nuestras especialidades es el trato con la gente; no nos gustan las estadísticas porque sólo hay números y datos pero falta lo más importante, las personas. No entendemos que la natalidad media sea de 1,7 hijos, lo que entendemos es que hay muchas familias de dos hijos y algunas de 1 o de 3.
Tendremos problemas delegando, siempre que queramos que el otro haga las cosas exactamente como las haríamos nosotros. El otro nunca hace las cosas como las haríamos nosotros, a estas alturas ya deberíamos saberlo, pero una y otra vez esperamos que así sea. Uno quiere, por ejemplo, que los hijos se comporten como dice y los hijos nunca se comportan así. Hay que soltar un poco de control y ser más flexible. Es suficiente ponerse de acuerdo en el resultado, dándole al otro la oportunidad de manifestar su propia creatividad.
Tenemos una energía muy potente que, aunque no se ve, se percibe a nuestro alrededor. Esa energía es la metáfora de que la verdadera fuerza es interior y nosotros somos muy interiores. Nuestro atractivo viene de este deslumbrante campo energético que, por encima de nuestra apariencia, atrae personas y acontecimientos como si fuera un imán.
La noche es también la metáfora de la parte interior. La noche no nos suele confundir, parece que nuestra energía aumenta. También el contacto con la naturaleza nos da vida, porque nos parece que la naturaleza o la noche están más cerca de nuestro mundo interior.
Aunque no trabajamos directamente con nuestro ego, podemos expresarlo a través de otras personas, como por ejemplo, un obrador de joyería, que hace joyas para que las luzcan los demás. También expresamos nuestro ego a través de personas egoístas o amantes del protagonismo que nos hemos atraído. Esa atracción es debida a nuestra enorme fuerza interior y une personas que tienen mucha fuerza interior con otras que la quieren; nadie se aprovecha de nadie, uno necesita apoyo y el otro necesita dar, y aunque inicialmente se establece una dependencia mutua, cualquiera de los dos puede liberarla haciéndose consciente del proceso.
Apoyando al otro permitimos que se exprese su ego, porque es el otro quien se lleva el mérito, el protagonismo. Nosotros trabajamos en el mundo interior y nos sentimos bien cuando el otro manifiesta, con nuestra ayuda, ese proyecto común que es bien recibido en el mundo exterior. El mundo reconoce la parte externa, es decir, al que da la cara más que al que tiene el valor. Si, además, el otro no se muestra agradecido y no suele hacerlo suficiente, podemos tener una pequeña crisis, sentir que se han aprovechado de nosotros y tenernos lástima.
Acabamos de describir una experiencia de dar incondicional, vivida de espalda en sus últimos pasos. Tenemos el don del amor incondicional, de ahí sale nuestro dar. A través de este dar total nos alineamos con nuestra alma, y eso nos hace ricos. Si en lugar de vivirlo como algo generoso, buscamos algo a cambio, como algo que nos falta, nos convierte en pobres y no funciona.
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 " El 3 llega al escenario después del 1 (exterior) y el 2 ( interior). Está indeciso, porque no sabe con quién ir, es decir, no sabe si quedarse en el exterior o en el interior. Duda, porque no está cómodo ni dentro ni fuera; y, por fin, encuentra su camino desapegándose de ambos, en el puente entre uno y otro, en la oscilación entre interior y exterior. Este continuo viaje es la fuente del proceso creativo y la comunicación”

Viendo el 1, el 2 y el 3 formando un primer triángulo, el 3 aparece haciendo de enlace entre el 1 y el 2, es un número de puente. Los nueve números forman tres triángulos y el 3, 6 y 9 son el final de cada triángulo. El 3 duda más que el 1 y el 2, que tienen más fe. El 3 dispone de una fuente de fuerza creativa que se canaliza a través del miedo. El 1 “es”, el 2 “le apoya”, y el 3, que empieza entre ellos, acaba soltándose de ambos, se quita de en medio y ubicando su camino en el puente entre ambos. El 3 debe encontrar un equilibrio dinámico, ya que tiende a tirar de un lado y del otro del puente, en lugar de quedarse.
Así que esta vez, o en este periodo, tenemos un camino de viaje entre extremos. Una de las formas en que esto se manifiesta es que a veces parecemos muy cerebrales y otras, muy sentimentales, pero no somos ni uno ni otro. A través de ese viaje, entre el exterior y el interior, nos damos cuenta de cosas que, luego, tenemos la necesidad de compartir. Sentimos el deseo de expresarnos a través de compartir con los demás nuestras experiencias. Cuanto más profundo sea ese viaje interior, más tesoros encontramos y mayor es la necesidad de comunicarlos.

Si reprimimos esta comunicación, estamos reteniendo una fuerza que puede ser autodestructiva: se va a comunicar de una u otra manera. Podemos expresarla a través de palabras, del arte, o de alguna otra forma de dar; pero, si nos reprimimos, intentar detener una energía tan fuerte que quiere salir, va a tener impacto directo sobre nosotros mismos, en nuestro cuerpo, es posible que manifestando, por ejemplo, problemas de estreñimiento, estómago o columna1. El motivo de esta represión suele ser el temor a la no aceptación, por parecernos que el mundo no está preparado para lo que nosotros queremos comunicar.
Tendemos a ver el mundo como algo no amistoso, en cierta forma peligroso, como si al descuidarnos nos fuese a perjudicar. En su aspecto más leve, el mundo externo nos molesta, es una traba. La raíz de esto son las diferencias que observamos en el paso entre el mundo interior y exterior. Nuestra evolución pasa por aceptar y darnos cuenta de que el mundo físico está ahí para apoyarnos.
A través de nuestra imaginación exploramos las posibilidades del futuro. Lo hacemos a través de un proceso que es como salirse del cuerpo porque éste se queda atrás, no se mueve, no realiza ninguna acción. Exploramos el futuro interiormente recogiendo los frutos de esa visión que son los sentimientos y las emociones de esa experiencia no física. Como ya tenemos el fruto, no sentimos la necesidad de vivirlo físicamente en el mundo exterior y eso puede hacer que ese futuro no se manifieste más allá de nuestra imaginación.
En consecuencia, no somos muy activos exteriormente, el movimiento va por dentro, en el modo en cómo percibimos el mundo exterior. El gran interrogante de esta percepción es cómo se crean los acontecimientos externos, es decir, si somos víctimas de una gran casualidad, si funciona la ley causa efecto externamente, o si cada uno crea su propia realidad y, si es así, cómo se hace.
Este proceso de viaje, entre interior y exterior, se manifiesta también en conflictos de tiempo en términos de pasado y futuro. Tenemos una visión del futuro que se relaciona con un fruto o resultado que no existe en este momento. Si nos apuntamos a esta visión desde el presente realizando una acción que representa un primer paso en este proceso, vamos bien, pero si queremos disfrutar en el presente con los frutos del futuro, entonces la visión se convierte en una más de nuestras fantasías y nos apegamos a ella con un deseo que no ayuda a su realización. El deseo de que ocurra o el miedo a que no ocurra, nos provoca un salto al pasado, nos ponemos a pensar en lo que puede pasar, cómo lo vamos a hacer, lo que nos ha pasado otras veces y cómo vamos a evitar que pase lo que no queremos que pase: Lástima, ya estamos perdidos, nuestra visión ha perdido su gracia.
 Pasamos por etapas de mucha inseguridad, porque somos muy vulnerables a esa oscilación natural y tenemos problemas cuando queremos identificarnos con algo que sea concreto, porque no somos ni una cosa ni otra. Por ejemplo, de pequeños los demás nos confunden con información contradictoria, a veces nos dicen que somos muy buenos y otras muy malos, que hacemos las cosas muy bien y otras muy mal. Nos comparamos con los demás y vemos diferencias en todas las direcciones. Eso hace que nos identifiquemos con los extremos, nos llena de dudas y nos impide la auto aceptación, porque si no sabemos quién somos ¿cómo nos vamos a aceptar?
La ventaja de no tener una identidad rígida, es decir, de no saber muy bien quién somos, es que nos permite la flexibilidad de movernos en cualquier dirección.
Seguimos la lógica que nos enseñan, hasta un punto que para nosotros deja de tener sentido, y entonces no encontramos nada donde agarrarnos. Buscamos explicaciones, y todas tienen algo de sentido, pero no encajan con nuestra propia experiencia de la realidad. Muchas veces, nos parece que los otros tienen asumidas cosas que no tienen porque ser así, o que funcionan por costumbre de una manera y no se han planteado hacerlo de otra. Quizá ellos se han creído lo que les han contado y no han querido hacerse más preguntas.
Vemos personas muy activas externamente que, aplicando la ley causa-efecto, relacionan claramente los resultados que obtienen con el esfuerzo de sus acciones iniciales. Para nosotros no está tan claro, porque vivimos el proceso con mucha inseguridad. Por una parte, dudamos sobre qué acción debemos realizar, y por otra, dudamos que esa acción vaya a conducir al resultado que queremos obtener. El asunto se complica porque tenemos algunas experiencias en las que algo interno ha producido un resultado espectacular con muy poca acción externa y sin ningún esfuerzo. Llegamos a la conclusión de que ahí hay algo más que causa-efecto, parece que hay algo extraño, o mágico, o una intervención divina.
Un ejemplo de esto es un niño descubriendo el cine; la película está dentro de la cinta, así que puede ver que lo que ocurre dentro se proyecta fuera, visto de dentro a fuera es un proceso creativo, visto al revés es para dudar del fenómeno externo como causa. Otro ejemplo son los microbios. Visto externamente, aplicando la ley causa-efecto, parece que los microbios son causa de enfermedades. Visto de dentro a fuera, los microbios sólo se utilizan para la creación de la enfermedad. La duda es científica, la creación es artística; para nosotros la vida es un arte, más que una ciencia.
Nuestro camino es ir dándonos cuenta, poco a poco, que no es necesario luchar en el mundo externo, que es más fácil una especie de conquista amorosa de nuestro mundo interior, y si profundizamos y tenemos éxito en esta conquista, no hay que preocuparse por el exterior, porque se cuida solo.
Nos va bien el ejercicio físico, practicar algún deporte, caminar con ritmo o bailar, cualquier movimiento que nos sirva para estirar y fluir. El problema es que no lo solemos hacer; no nos gusta hacerlo, lo que nos gustaría es haberlo hecho, y también disfrutar del componente social, el club y el espacio que rodea estas actividades ociosas o lúdicas. Cuando se hace ejercicio físico, una de las cosas que ocurre es que se respira más, uno es más consciente de su cuerpo y de su respiración, y eso nos sirve para desapegarnos más de nuestro cuerpo, porque lo sentimos más fuerte. Es decir, si una persona se siente débil, teme que cualquier cosa pueda hacerle daño: un poco de frío, un poco de viento, algo que come, el contacto con animales o desconocidos… se vuelve paranoico. No confía en su cuerpo y, en consecuencia, está muy apegado a él. Una forma de desapegarse más del cuerpo es sentirse más fuerte y una metáfora que sirve es hacer ejercicio con el cuerpo, para sentirlo más vivo, más presente, más consciente. Ese desapego, a través del movimiento, nos ayuda a quitarnos de en medio, porque nos da más confianza, y así permitimos que más vida pase a través nuestro.
Es útil hacernos a menudo la pregunta:
¿Qué siento y qué necesito ahora mismo?
"Ahora me gustaría hacer esto",
como cuando éramos niños, que hacíamos y expresábamos inmediatamente lo que se nos ocurría. Eso nos sirve para aprender a expresarnos a nosotros mismos, nuestros sentimientos y necesidades. Sirve para dejar de ser mentiroso con uno mismo, no contarse cada día las mismas cosas.
Cuando no nos apetece hacer algo, o no nos atrevemos, nos solemos contar un cuento, una justificación para no actuar, una mentira. El problema es que si cada día nos contamos la misma historia, de tanto repetirla, vamos a acabar creyendo que es verdad. Ésa es la manera en la que se perpetúan nuestras limitaciones. Uno siente el impulso de que debería hacer algo, pero no se atreve. Para no actuar y quedarse tranquilo, uno prefiere explicarse la historia de que no es capaz de hacerlo o de que saldrá mal y que es mejor no hacerlo.
Es importante decir que SI a los giros y cambios de nuestra vida. Para nosotros eso es aceptar la metáfora de que la vida cambia constantemente. A través del proceso de decir SI, pasamos por experiencias, interiores y exteriores, en las que hallamos tesoros que, luego, podemos compartir con los demás. Cuando nos soltamos, nuestra actitud ante la vida es que “todo es posible", y eso lo hace posible.


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 El 4 es la base del 2º triángulo que representa la conexión con el aspecto físico del mundo. Percibe la materia como una manifestación divina y buscará su camino a través de ella. La materia se mueve más despacio que la no–materia, y eso le parece que da estabilidad y confianza. Cuando quiere ir deprisa encuentra obstáculos, así que tendrá que desarrollar la paciencia, que es ver la vida paso a paso, un paso cada vez. La palabra “materia” viene del latín “mater”, la misma raíz de madre y también simboliza lafamilia.

El 4 se relaciona con la tierra y con su extensión que es la materia. Símbolo de los 4 elementos tierra, agua, aire, fuego, y los 4 puntos cardinales.
Materia tiene su raíz en madre, que simboliza el corazón de la familia, es quién los une y alimenta. Los desafíos con la materia se nos suelen presentar a través de la metáfora de la familia.
Los 4 manifestamos la continuación del proceso creativo del 3, cuando la inspiración se convierte en la primera manifestación física, la materia. El nacimiento de la materia, lo físico y la estabilidad.

El 3 duda entre interior y exterior, pero nosotros no. Nuestra conexión es exterior buscando la manifestación de Dios en la materia y dándonos cuenta de cómo el mundo físico está aquí para apoyarnos. Nosotros somos los que nos encontramos con la primera piedra en el camino y no suele ser una piedrecita en el zapato, suele ser un bloque macizo que nos impide pasar. Esta piedra es la metáfora de la energía bruta manifestándose en materia como algo que apoya y da confianza, aunque nosotros la interpretamos también como el primer obstáculo que nos bloquea el paso.
Todo lo que es estable se relaciona con nosotros, como la familia o la casa. Atención, el dinero ni es materia ni es estable, aunque a muchos nos gustaría incluirlo entre las cosas que se relacionan con nuestro camino. Podemos tener o no dinero, pero eso no se relaciona directamente con nuestro camino, el valor del dinero es su metáfora y se relaciona con poder.
No es problema ser materialista, si se entiende lo que significa. Cuando se acusa a alguien de serlo es que en realidad lo es poco y debería serlo más. Se queda corto porque se ha quedado apegado a la parte más sólida de lo visible. La materia tiene una parte visible y otra invisible; cuando decimos que hay que ser más materialista, se trata de poner atención también a la parte no visible. Si profundizamos en estos dos aspectos, se nos revela el mensaje o la enseñanza: el camino nos lo muestra la parte no visible de la materia.
Cuando encontramos un obstáculo, si sólo vemos la parte visible de la materia, habrá conflicto o lucha. Si miramos ese obstáculo como algo que hay que vencer, probablemente vamos a tener problemas, porque la materia puede ser muy dura, más que nosotros. Tenemos bastante experiencia golpeándonos la cabeza contra la pared. Puede que, entre uno y otro golpe, se nos haya ocurrido que puede haber otro camino, una alternativa. Si conseguimos ver el obstáculo como indicador de que la vida ha cambiado de dirección, esa misma materia tiene entonces una gran utilidad y no está ahí para hacernos la vida difícil: es una señal, un mensaje de la vida. Si tenemos la confianza de que la vida es amistosa, nos podemos parar y dar un paso atrás para ampliar la perspectiva. Entonces, podemos preguntarnos cuál podría ser la nueva dirección; de ahí la importancia de detenerse y confiar en que la vida nos la señala. Desde ahí es de donde sale el siguiente paso en el camino.
Nos movemos en una relación amor - odio con la materia, pero no podemos rechazarla, porque es lo que somos y sería como rechazar una parte nuestra.
Somos los más prácticos, cuando estamos tranquilos. Lo práctico tiene el sabor a seguridad, uno se siente más seguro en tierra, da confianza. Esa práctica puede conectar con una parte excesivamente científica que nos puede limitar: la ciencia dice lo que es la realidad. Ser práctico y científico parece que son sinónimos y no es así. La ciencia tiene un aspecto práctico cuando se refiere a la materia sólo como materia. Si lo miramos sólo así, eso no es ser práctico, porque tiene otras posibilidades que nos estamos perdiendo, como las metáforas que representa la parte no visible de la realidad y el arte. A nosotros nos funciona ser un poco artista y un poco científico. La parte artista nos ayuda a no apegarnos completamente a la materia y la parte científica a mantener los pies en el suelo. Todos llevamos dentro un científico, un artista y un alquimista que los integra es una especie de trinidad.
Para nosotros, la medida de las cosas es si funcionan o no funcionan. Nuestra intuición se relaciona con materia, el espacio nos habla; cuando nos conectamos con materia se nos ocurren cosas, las ideas nos vienen a través de objetos. Al decorar una casa parece que la lámpara nos dice que queda bien al lado de la mesa y nos extraña que otros no lo vean igual de claro. Nuestra lógica es sencilla, todas las cosas tienen su sitio. Tenemos facilidad para organizar cualquier cosa que podamos mover y actuamos de forma sistemática, cuando entramos en acción se nota. Para nosotros, hacer algo físico repetitivo no es aburrido, porque tenemos la capacidad de estar con la materia, que es como el estar presente. Sentimos una especie de cariño por los objetos que nos hace estar ahí y vivir el momento de una forma nueva.
Aunque somos muy honestos, a veces tenemos una idea rígida o deformada sobre lo que esto significa. Esta honestidad está basada en unos principios y la entendemos como algo que funciona. No obstante, estos principios están enraizados en nuestra historia familiar y en consecuencia pueden ser poco flexibles. Esto nos hace ser pedante y no nos escuchamos ni a nosotros ni tampoco a los demás, porque creemos que ya sabemos lo que nos van a decir. Esto nos convierte en personas atrapadas en el pasado donde se formaron esos principios.
Nuestra interpretación de la realidad familiar ha determinado mucho estos principios. Algunos de ellos no nos atrevemos a contarlos, porque mostrarían partes nuestras muy íntimas, o porque estamos seguros que no nos entenderían. Es curioso observar esta polaridad; por una parte estamos convencidos de que a nosotros las cosas nos funcionan de cierta manera, o sea, de que nuestros principios son ciertos, pero no solemos compartirlos porque creemos que no nos entenderían. Está bien plantearse que si nuestros principios son ciertos para nosotros, por qué no pueden serlo para otras personas, y al contrario, sin no son ciertos para otras personas, por qué lo son para nosotros. Eso nos puede servir para ser más flexibles con nosotros mismos y con los demás.
De la familia hemos aprendido el concepto de hacer las cosas como “Dios manda”, ya sea igual como se hacía en casa o todo lo contrario. La familia nos puede servir de ejemplo de cómo no hacer las cosas. De una manera u otra lo tenemos claro, es como si nosotros supiéramos cómo se hacen las cosas bien hechas. De ahí surge una especie de control y juicio hacia familiares y al mundo.
En general, uno se encuentra en un ambiente amistoso cuando está en casa y en familia; esa no es nuestra realidad hasta que estar en casa no es un acontecimiento espiritual, es lo que los místicos llaman “la vuelta a casa”. Nuestro camino es encontrarnos en casa y en familia pero ampliando los conceptos y los límites físicos. Venimos a sentir que nuestra casa es la tierra y nuestra familia el mundo.
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 Y nacido en el centro el 5, una fuente de la energía contenida en sí misma, como una batería inagotable que puede arrancar muchos coches, pero que cuando arrancan ya no la necesitan; su desafío es permitir que circulen por su cuenta sin controlarlos. El 5 puede entregar su energía a todos los números y hacerles independientes, alcanzar su propia libertad a través de esa misma entrega.”
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Si ponemos los 9 números en tres filas,
 1 2 3
4 5 6
 7 8 9
podemos ver al 5 en el centro, que le permite conectar con todos los demás. Como su camino es de aportar energía, esa situación privilegiada le da la capacidad de entregarse colaborar y relacionarse con cualquiera de ellos.

Los 5 primeros números son de entrega. Esa entrega se va intensificando hasta llegar a 5. Hemos ido cogiendo fuerza, acumulando energía; somos el número que dispone de más energía para la acción y aunque paradójicamente podemos sentirnos de golpe sin ella, como si nos hubiéramos descargado. Así, unas veces nos encontramos llenos de energía y otras veces completamente vacíos.
Tenemos la capacidad de tender una mano y aportar nuestra energía a cualquiera persona o proyecto, como si tuviéramos muchas manos. Esto simboliza también el gusto por la diversidad y la capacidad para hacer múltiples tareas sin agotarnos. Nos encanta la variedad, al contrario de la rutina que no soportamos por mucho tiempo. Este enfoque a la variedad funciona porque damos energía al otro para que la utilice con su criterio, que en cierta manera es como darle libertad y, a la vez, sentirnos libres nosotros porque pasamos a otra actividad diferente al poco tiempo.
No nos agota la actividad sino la monotonía, nos agota dar nuestra energía de forma continua a la misma cosa. Eso es como dar batería ininterrumpidamente a un coche que cuesta arrancar. Si a esa situación le añadimos la creencia de que no somos capaces de arrancarlo, nos esforzamos, sentimos que nos descargamos y nos quedamos sin fuerzas.
No es cierto que nuestra energía pueda agotarse, es como decir que se pueda agotar la energía del Universo, porque es de ahí de donde viene, pero también es cierto que a veces nos sentimos sin energía. Esa fuente inagotable de energía que poseemos atrae a los demás porque la necesitan; la obtienen de nosotros de forma fácil. Eso no es problema porque normalmente nos sobra energía, pero cuando sentimos que se está acabando nos ponemos muy a la defensiva, adoptamos un enfoque muy cerebral que no nos suele funcionar.
Descubrimos nuestro enorme potencial entregando esa energía. Hasta que no metemos la mano en el bolsillo no sabemos qué hay dentro. Quizá mientras buscamos en el bolsillo para darle una moneda a un mendigo podemos descubrir que somos ricos y que disponemos esa fuente inagotable de energía.
Como tenemos tanta energía, tenemos mucho miedo también. El miedo es fuerza creativa bruta que todavía no se ha refinado. Se requiere un proceso de transformación de energía bruta a refinada para que pueda ser utilizada. Antes de refinarla se siente una mezcla de miedo y excitación, como sentarse al volante de un coche de Fórmula 1 sin tener permiso de conducir. Antes de poder refinar la energía, hay que darse cuenta de que está ahí; encontrar el miedo en una parte concreta del cuerpo es una forma de reconocer y contactar con ella. Una de las maneras brutas en las que sale nuestro miedo o energía sin refinar es en forma de “nervios”. Entonces buscamos algo donde enfocarnos para echarle la culpa a esa circunstancia, y decir: “¡¿cómo quieres que no me ponga nervioso con esto?!”
Hay que convertirse en donante de energía que es un proceso alquímico porque cuanta más damos, más tenemos. Si no compartimos la energía que nos entra, se vuelve en contra nuestro. La energía siempre circula y se manifiesta de una forma o de otra, consciente o inconscientemente; decir ¡NO! es un ejemplo de bloquear la salida de esta energía impidiendo su circulación y eso puede manifestarse en problemas físicos de todas clases. A la vez, si no damos salida a esta energía, además de consumirnos internamente, nos entra muy poca, porque no cabe, nos bloqueamos. Si queremos que entre lo nuevo, debemos crear antes un espacio libre y vacío: tenemos que soltar lo viejo.
Hemos venido a ser libres, pero ése es también nuestro desafío porque solemos ser dependientes de las personas o proyectos que creemos que se lo merecen. La dependencia va en contra de nuestra esencia, así que parte de nuestro camino es el paso de ser dependiente a independiente. La libertad nos atrae y nos asusta a la vez, pero para ser libres debemos superar el miedo a la libertad.
Tenemos la capacidad de sentirnos libres. El camino es aceptar esa libertad y para hacerlo, hemos de dársela antes a otros y eso es lo que muchas veces resistimos. Nos encanta sentirnos libres, pero también nos gusta que los demás sean, en cierta manera, dependientes de nosotros. Ése es nuestro desafío y lo que impide que nos podamos sentir realmente libres. ¿Cómo se va uno a sentir libre si necesita sentir la dependencia de otros?
Hemos venido a realizar nuestra independencia, que es como arrancar un día un coche y el siguiente día otro, pero sin irnos necesariamente con él. Se trata de entregarnos al proceso de arrancar y dar la libertad al otro para que pueda circular por su cuenta. Nuestro problema es que como hemos arrancado el coche, queremos irnos con él; si no podemos irnos con él, queremos saber a dónde va, qué va a hacer allí y cuándo volverá. Eso es una forma de control que no nos funciona, porque hemos venido a ser libres y, para serlo, debemos dar la libertad al otro; en el instante en se la entreguemos al otro, podremos disfrutar la nuestra.

El mundo material nos provoca cierta confusión; por un lado, nuestra esencia es energética y, por otro lado, somos muy materialistas. Esto produce un conflicto entre nuestra esencia y su opuesto, que es lo que creemos que nos falta. No tenemos muy claro qué es el mundo material, para qué sirve o si queremos estar donde estamos. La confusión hacia el mundo material nos viene de nuestra esencia energética, porque al ser tan energéticos vemos la materia como una debilidad, algo que no dominamos y eso nos hace dependientes de ella. Nos olvidamos que el mundo material está ahí para nosotros, para apoyarnos.
Para sentirnos cómodos en el mundo material sólo hay que cambiar el enfoque y darnos cuenta de que la materia es una manifestación energética más; lo que la diferencia es que es más lenta. La materia es energía en forma sólida, se puede observar porque su proceso de cambio es lento, comparado por ejemplo con un rayo de luz. Esa velocidad más lenta nos permite tocarla, pero no es más real que la no materia. Nos sentimos inseguros porque nos parece que no podemos tocar la energía y nos apegamos a la materia como algo fijo, algo en lo que se puede confiar, porque lo visible lo podemos tocar. Resistimos nuestro camino energético.
Nosotros queremos sentirnos libres y a la vez seguros. Y eso no sucede hasta que no podemos sentirnos cómodos en la inseguridad. Mientras tanto, ese temor hace enfocarnos en la materia, porque como es sólida nos hace sentir más seguros, nos da la confianza que nos falta. Eso nos convierte en personas materialistas. Nos creemos el mundo físico demasiado, de forma que estamos convencidos de que lo que existe es lo que se puede ver; si no lo vemos es que no es verdad. Como le damos tanta importancia a lo físico, lo tenemos que controlar porque nos parece que nuestra estabilidad depende de ello.
Presumimos que el mundo debe funcionar de una forma lógica y así intentamos aprender esa lógica para controlar el mundo. Pero hay un momento en que la lógica falla y se descontrola todo; entonces nos sentimos perdidos, porque si el mundo no es lógico, es que está loco. La confusión se relaciona con presumir que hay cierta lógica que uno no conoce. En cuanto uno de da cuenta que esa lógica no existe deja de estar confundido. Bien, y si al final resulta que el mundo está loco, quizá para relacionarnos con él uno deba estar loco también… aunque eso es muy arriesgado porque para hacer locuras hay que dejar de controlar. Y si uno deja de controlar ¡¡¿qué va a pasar?!!
Nada. Mejor todavía, va a dejar de pasar lo que no queremos que pase… Cuando tememos algo le damos mucha energía y eso puede hacer que se manifieste en nuestra vida.

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 “El amor es la auténtica manifestación divina para el 6, más allá de la materia del 4 y de la energía del 5. La expresión del amor sin apego le permite conectarse y es la fuente de su creatividad, y también de su éxito. Esta comunicación divina es tan importante para el 6, que le parece que obliga a ser muy responsable y muy serio. A partir de esta visión forma también su idea de perfección, que dificulta su propia aceptación.”

El movimiento del 5 al 6 es el paso de la cantidad a la cualidad, el paso de dar cantidades, de forma más material y directa como hace el 4 y el 5, a dar cualidades, como la atención y el amor. Lo que el 5 da en términos más físicos, el 6 lo da en términos refinados.
El 6 es el 3 realizado, manifestando sus tesoros exteriormente. El 4 le da la forma, el 5 le da energía y el 6 lo comparte. Del 1 al 5 son números de siembra y del 6 al 9 de recogida.
Vemos, pues, que el 6 es el primer número que recoge, así que esta vez, o en este periodo, nos toca recoger, lo que nos convierte en ricos y, como lo tenemos todo, no nos queda más remedio que dar. Tenemos el proceso creativo ya desarrollado, somos como un 3 pero productivos. Tenemos la capacidad de manifestar nuestra visión externamente, no como el 3, que ya se siente satisfecho conociendo el proceso creativo y expresándolo con palabras. Nos llama la atención lo que el 3 ha encontrado y tenemos la capacidad de manifestarlo físicamente. Tenemos la energía creativa más refinada y solemos organizarnos bien para mostrarla al mundo a través de nuestro trabajo. Podemos trabajar en nuestra propia empresa o para otros, pero en cierta forma siempre sentimos que trabajamos para nosotros. No hace falta que nos exijan demasiado porque somos muy responsables y, si nos controlan nos sentimos atacados, como si no nos tuvieran suficiente confianza.

Estamos aquí para dar amor y, aunque muchas veces creemos que no estamos dando suficiente, en cada momento lo estamos dando. El dar se relaciona más con la calidad que con la cantidad. A veces, con sólo nuestra presencia ya es suficiente.
Venimos a aprender que la comunicación es la expresión sin esfuerzo. Somos como un canal abierto, decimos lo que sentimos y a veces eso produce el efecto de meter la pata. Somos muy intuitivos y lo más probable es que acertemos, pero como nos sale de golpe y sin pensar, aparenta una metida de pata o algo ofensivo para la otra persona, cuando no era nuestra intención; en la medida en que nos sentimos más libres, nuestras palabras no aparentan tan ofensivas y son más aceptadas. Eso se logra soltando el apego a lo que estamos diciendo y dejando de querer controlar al otro. Si no hay apego ni intención de controlar, el otro no se ofende. Eso representa la evolución de nuestro canal de comunicación.
Nuestra idea de perfeccionismo está bastante alejada de la realidad de forma que se nos presenta como algo inalcanzable. Esta idea, por un lado, dificulta aceptarnos porque nos comparamos con ella y, por otro lado, cuando queremos hacer algo, lo queremos hacer tan bien, tan “perfecto”, que dudamos de si lo podremos realizar como nos gustaría. Es decir, nuestro objetivo está tan “arriba” y nosotros, por nuestra falta de aceptación, tan “abajo”, que nos parece que no somos capaces de llegar. Por suerte, es una percepción distorsionada de la realidad, porque en realidad la distancia no
es tan grande y cuando por fin nos lanzamos, alcanzamos el éxito mucho antes de lo que creíamos y con menos esfuerzo.
Tenemos buena suerte y nos cuesta aceptar lo que no sentimos que nos hemos ganado. Hemos venido a vivir el éxito, que es esa satisfacción personal de sentirse realizado. El que no lo vive así es porque reprime es acto de dar, incluso el darse a sí mismo. Sucede por una falta de aceptación de uno mismo y de control sobre lo que damos. Creemos que lo que vamos a dar no es suficientemente bueno y por no arriesgarnos, preferimos no dar. Nos cuesta aceptar el valor de lo que aportamos a los demás y nos resistimos a nuestra buena suerte.
Solemos tener de todo para pasárnoslo bien, pero sufrimos mucho porque somos demasiado responsables. Somos muy sociables, queremos agradar y que los demás vean lo responsables que somos. Eso nos puede impedir hacer algo que nos apetece porque los demás puedan pensar que está mal.
El exceso de responsabilidad parece que indica también la obligación de juzgar. Somos especialistas en juzgarnos a nosotros mismos y por supuesto a los demás. Juzgamos si es bueno o malo, si le sirve o no le sirve, si es peligroso o no, si lo merece o no. Cada vez que juzgamos eliminamos el 50% del mundo y así vamos restando, hasta que nos podemos quedar solos. Eso nos va aislando y de manera exagerada lo podemos vivir como un abandono total.
Nos sirve la expresión o el sentimiento de “nosotros” y no sólo “yo”. Así uno se siente responsable de menos, lleva menos peso porque queda repartido. Si no sabemos de quién decir “nosotros”, no hay problema, puede ser la fuerza de la vida o el resto del Universo.
A través del amor sentimos la conexión con Dios, es como si tuviéramos una línea directa con Él. Al sentir esa conexión no podemos evitar tomárnosla muy en serio y, en consecuencia, queremos ser muy responsables de ella.
Lo mejor que nos puede pasar es enamorarnos, que es como si de repente alguien enciende la luz en nuestra vida. Entonces no sólo vemos el otro, vemos cómo brilla con intensidad todo lo que está a nuestro alrededor, toda nuestra vida toma color. Cuando estamos enamorados y nos sentimos amados, nos atrevemos a realizar cualquier proyecto, nada nos puede frenar. Si la pareja nos inspira, nos sentimos capaces de hacer cualquier cosa que nos propongamos.

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 “Su mente le conduce por el camino de la lógica hasta que llega al precipicio. El salto que debe realizar es lo que llamamos transcendencia, el paso del pensar al saber. A través de ese salto puede ver el mundo como una proyección de la mente y a la vez como la metáfora de que Dios está en todas partes, una realidad misteriosa que va mucho más allá de las palabras. Es entonces cuando puede regresar a la mente, ya silenciosa, un volver a casa cuando ésta se convierte en el mundo.”

No es fácil renunciar a todo cuando tienes mucho. Parece más fácil renunciar a todo cuando no tienes nada. El caso es que si no lo tienes, o de alguna manera no lo has tenido, no puedes renunciar a ello. Si lo intentas, lo que se produce es una especie de rechazo que te apega más a ello y entonces la renuncia es sólo una justificación para explicar que no lo puedes tener. Los números del último triángulo son ricos, ellos pueden renunciar. Su camino pasa por renunciar o desapegarse: el 7 de la razón, el 8 del poder y el 9 de todo.
En este último triángulo se amplia la visión, el 7 al Mundo, el 8 a Dios y el 9 al Vacío. El 7 es el primer número del triángulo y con él empieza el movimiento hacia la Nada, hacia lo menos específico y lo más amplio. El 7 vive el principio de ese movimiento al Vacío y eso le provoca mucho ruido mental. El 7 es un número con mucho misticismo: 7 días, 7 chakras, 7 colores del arco iris.
De niños, en casa o en la escuela, oímos que somos listos y que aprendemos muy rápido. Eso hace que nos apoyemos en lo que mejor resultado nos da: la razón o la lógica. Nuestra mente es muy potente y una de las formas en las que se manifiesta es a través de lo que llamamos inteligencia. Seguimos el camino de la razón hasta que se acaba; trascender es el salto que debemos realizar para pasar de la razón al corazón.
En la primera etapa de nuestra vida somos agresivos y desconfiados, porque la mente es agresiva. Hay quien manifiesta esa agresividad y hay quien intenta reprimirla. Como no hay nada que se pueda reprimir, esa agresividad reprimida se manifestará probablemente a través de problemas físicos en el cuerpo, los más comunes para este tipo de represión son los problemas dentales.
Nos gusta ganar; ese es uno de los juegos de la mente y del ego, que es muy fuerte. Muchas veces creemos que si nosotros no lo sabemos, es que no es verdad. Tendemos a ver al mundo como una competencia, en forma similar a como veíamos los exámenes o los “test” en la escuela. Para nosotros eran un enemigo que había que vencer, un ataque del mundo, una prueba que había que superar para sobrevivir y no una forma de aprendizaje o evaluación del sistema educativo. Como nuestra mente nos ha dado buenos resultados, nos hemos situado en una posición más alta con respecto a los demás, llegando a la conclusión, a veces, de que el otro no sabe nada. La vida nos suele hacer bajar de las alturas y haciendo que aprendamos algo de la caída.
La intuición es otra de las cualidades de nuestra mente, pero si cuando nos viene una idea o una intuición nos ponemos a buscar su explicación o su parte racional, puede volverse en contra nuestro, porque damos tantas vueltas que acabamos tropezando en nuestros propios pies.
En la primera parte de nuestra vida somos muy analíticos, nos pensamos todo demasiado y muchas veces parece que no tenemos sentimientos. Sí que los tenemos, lo que ocurre es que nos cuesta contactar con ellos. Nosotros queremos entender el contacto personal en lugar de vivirlo y sentirlo. Cuando la mente toma el control, podemos ser muy fríos. Eso nos hace bastante desapegados de las personas, les ponemos a una distancia. Si el otro es susceptible, le parecerá que le despreciamos aunque ésa no es nuestra intención. Es difícil que seamos dependientes de alguien y si además es el otro quien lo pretende, más difícil todavía. No nos gusta depender de nadie, nos creemos demasiado inteligentes para serlo; sólo somos dependientes de nuestra mente.
Nuestra mente va a mucha velocidad y suele llegar a conclusiones con facilidad. El problema es que creemos que sabemos lo que va a pasar y nos olvidamos que esa conclusión está basada en el pasado. Vamos a poder disfrutar de la vida en el momento en que confiemos en nosotros mismos lo suficiente para dejar de vivirla en función de nuestro pasado. Volvemos constantemente al pasado porque queremos protegernos de él. Hemos sufrido y no queremos sufrir más, por eso vigilamos el presente, para que no se repita el pasado, pero eso nos lleva irremediablemente al pasado una y otra vez. Cada vez que volvemos a él, le estamos dando más y más fuerza. Vigilamos el presente porque no confiamos suficiente en lo que nos puede traer la vida. La confianza se traduce aquí por una aceptación del mundo y de los acontecimientos que nos trae. Cuando vemos el mundo como algo peligroso, nos aislamos para protegernos de él.
Siempre tenemos un plan, para nosotros y para los demás. Nosotros queremos que los demás sigan nuestro plan, pero no lo hacen porque ése no es su plan. Si además nos guardamos parte de la información, peor, porque el otro suele percibir algo raro que le frena; no somos buenos manipuladores, se nos ve venir.
Nosotros siempre queremos tener razón. Nos encanta tener la razón, es una sensación de éxtasis mental. Así, establecemos con el mundo una lucha por la razón y eso nos atrae acontecimientos en los que nos preguntamos: ¿Cómo me ha podido pasar esto a mí, con todo lo que yo sé? La vida nos toma el pelo. Paradójicamente, el mundo para de decirnos que estamos equivocados en el momento en que paramos de insistir en que tenemos razón. Para que eso suceda, hay que estar en silencio, que es una de las claves de nuestro camino.
Tenemos buenos sentimientos, pero los tenemos en forma de plan, a nosotros nos parece que es lo mismo, pero en el paso del sentimiento al plan, nos perdemos buena parte del sentimiento. Creemos que la vida se puede explicar, entonces confundimos y mezclamos mente y corazón. Un ejemplo es querer a alguien: “pienso que te quiero…”. Para nosotros no es sólo un “te quiero”, sino que tenemos muchas razones para querer a esa persona: “Te quiero por tu dulzura, por tu belleza, por tu independencia, porque eres fuerte, por tu carácter, porque me haces reír, porque eres buena persona, por esto y esto...”
En realidad no hay razones para enamorarse de alguien, aunque si le preguntamos a la mente nos dará unas cuantas, ése es su trabajo, dar respuestas. Pero también si pedimos razones para no querer a alguien, también nos las dará, sigue siendo su trabajo. Parte de nuestro camino pasa por darnos cuenta que lo que llamamos mente es un instrumento a nuestro servicio y que la mayoría de las veces no hay que hacerse muchas preguntas o, por lo menos, no hacer mucho caso a las respuestas. Somos extremistas, a veces aparentamos poco equilibrados. Esto ocurre, por una parte, porque la mente es extremista, y siempre se debate entre dos extremos, un pensamiento y su opuesto, es decir, ¿será esto…, o será lo contrario? Por otra parte, cuando abandonamos la mente y nos situamos en el corazón, nuestra conducta es completamente sorprendente e irracional. Así solemos aparentar muy racionales y, de golpe, muy emotivos y arrastrados por nuestros sentimientos. Esto ocurre porque tememos hacerle caso al corazón, tememos sufrir, e intentamos mantener el corazón enjaulado por los barrotes de la mente. Entonces cuando el corazón logra escapar, nos comportamos de forma completamente irracional; es el baile entre extremos, uno tira de otro. Cuando por fin nos permitimos escuchar al corazón de una forma serena, parece que nos cambia la vida.
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 “Con el 7 se llega al Mundo y con el 8 al Poder, que representa el papel del creador sin límites, la esencia de vacío, silencio y espacio que es el origen de todo. La fuente del poder es la nada. Ésa es la respuesta a la pregunta quién soy. El 8 viene a administrar poder para quedarse vacío, que es su meta, su próximo paso al 9. Su desafío es la manipulación, que no es un acto de poder sino de sentirse sin poder.”

Llegar a 8 ha sido un proceso de acumulación de poder. El 8 es también el número de la muerte o la transformación, porque el proceso se acerca al final, el 9, y se puede ver venir. El 9 no lo ve venir porque ya está allí y está mirando hacia el otro lado, la Nada. El 8 toca la última dimensión del poder, la más alta, porque el 9 está de despedida y ya no le interesa.
Somos un número de poder, transformación y espacio. Todo en la vida se relaciona con poder; levantarse de la silla o de la cama requiere poder. Lo que llamamos fe o confianza también es poder. El que puede arriesgar, el que tiene el poder para arriesgarse, decimos que tiene fe. Somos como el director de una sinfonía; la música es una creación artística, es bonita. El director hace como de mago con su varilla; no toca ningún instrumento pero le da el espacio a los músicos para que expresen su talento. Nuestro poder es indirecto, es a distancia. Cuando utilizamos nuestro poder directamente metiendo la mano, normalmente lo que hacemos es meter la pata. Lo nuestro es trabajar a distancia; la gracia de la magia es que ocurra algo increíble sin tocarlo, la magia es invisible. Cuando ponemos la mano es porque no confiamos suficiente en nuestro poder y el resultado no suele ser magia, sino manipulación.
No hay que meter la mano si no hace falta y la mayoría de las veces no hace falta. Un buen ejecutivo sabe de qué detalles debe ocuparse. Eso reduce el campo de meter la mano al de los detalles que valen la pena. Cuando se nos ocurre algo que vale la pena hacer, también se nos puede ocurrir alguien que puede disfrutar haciéndolo y hacerlo muy bien. Eso es una forma de crear y dar un espacio para otra persona.
Nuestro papel es representar a un creador sin limitaciones. Si tenemos claro lo que queremos y actuamos con principios elevados y desapego, es muy probable que se manifieste. Dios sólo dijo: “¡¡Que se haga la luz!!”. Él no era electricista, ni puso las bombillas, ni pulsó un interruptor. ¿A quién convenció Dios para que se hiciera la luz o a quién se lo dijo? ¿Se le ocurrió la posibilidad de que no se hiciera la luz? El papel de un creador sin límites es de fuerza indirecta, de asumir la responsabilidad, sin poner la mano.
El sentirse víctima, tener miedo, la falta de confianza en que la vida apoya, la creencia de que la vida es una lucha y que hay que esforzarse para conseguir las cosas, es lo que provoca que las cosas no funcionen como nos gustaría. Si nos enfocamos de forma negativa los resultados son obvios. Un ejemplo de este proceso es temer las cosas que no queremos. Es como tener un jardín con flores; debemos tener claro cuáles son las flores que queremos regar. Nuestra atención es muy potente y cuando nos ponemos a pensar en algo, aunque sea algo que no queremos, le estamos dando fuerza en nuestra vida. La atención es como el agua que les echamos a las flores. La atención sigue al pensamiento, así que si no queremos algo, en lugar de darle atención negativa, démosle atención a lo que sí queremos. De forma práctica, el “no……..” le da más fuerza a lo que decimos detrás del no. Las flores que no regamos simplemente se marchitan y se secan. Para nosotros esto es una regla de oro, pero como toda regla tiene su excepción y es que todas las flores tienen su regalo y no hay que resistirse a cogerlo. Si nos resistimos al regalo o al mensaje, la vida lo sigue trayendo hasta que lo cojamos, lo reguemos o no.
Nuestro camino suele pasar por alguna situación apurada para darnos cuenta de todo el poder del que disponemos. Eso nos puede obligar a buscar en el fondo de nuestro bolsillo y descubrir todo lo que hay allí. Nos ponemos límites, pero los límites no están realmente ahí. Cuando nos acercamos a un límite lo suficiente, descubrimos que desaparece. Una situación apurada nos puede obligar a ir más allá de esos límites y descubrir el tesoro que está a nuestra disposición. Si uno dispone de un poder ilimitado, ¿para qué va regatear con él? No hay que negociar con el poder, no importa quedarse aparentemente en números rojos dando, es decir, dar más de lo que nos parece que tenemos. Eso nos sirve para darnos cuenta de capacidades propias que desconocíamos. Cuando hablo de números rojos no me refiero al dinero de la cuenta bancaria, aunque el dinero es una de las metáforas de poder. Hay veces que hacemos cosas por personas y creemos que ya hemos hecho suficiente. Pero siempre vale la pena hacer más, que no indica esforzarse más, sino solamente darle más atención e intención a nuestros actos.
No querer hacer más por algo o alguien es un problema de poder personal, de creer que no tenemos suficiente. Lo único que hay que hacer es alinearse con lo que está pasando. El tomar una decisión o escoger tiene un aspecto mental y otro emotivo. Nosotros ponemos demasiado énfasis en el mental cuando no nos sentimos con suficiente poder para dejarnos llevar por la emoción. El mejor criterio para escoger es el que te hace decir: “¡Qué bonito!”. Eso es todo.
La vida no nos perdona actuar con tacañería cuando somos ricos. El tacaño es el que no se permite decir: “¡Que bonito!”, porque está calculando. Si hay que calcular, que sea cómo lo vamos a hacer, y no si lo vamos a hacer. Entonces ya no es calcular, sino organizar. Cuando evolucionamos, el precio da igual, porque estamos dispuestos a pagarlo, sabemos que lo que sólo cuesta dinero es barato.
Aunque ponemos mucho énfasis en la parte externa o material de las cosas, estamos conectados a lo interno, de una forma u otra. El vacío nos recuerda la muerte, el momento de la transformación. Acordarse de la muerte va bien porque nos ayuda a quitarle importancia a cosas que realmente no la tienen. Es mejor hacernos amigos de la muerte porque si no nos volvemos muy serios.
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 “El 9 es el último número. Es la esencia que celebra su realización, el volver a ser Uno, entregándose a la Totalidad. Puede vivir su vida como si estuviera en una “Fiesta de Final de Curso”. La “Fiesta” simboliza la celebración, el “Final” representa el desapego y el “Curso” simboliza la sabiduría. El 9 disfruta de la fiesta mientras se lo permite y, de golpe, se resiste terriblemente a la soledad de la despedida. Su vida no es nada aburrida, parece que va montado en una montaña rusa... ¡La vida nunca le tiene lástima a un 9!”

Todos los números son espirituales, pero el 9 es el que tiene una conexión más directa con el Espíritu, pues lo tiene de frente.
El 9 es el último número, si el 1 viene del Todo, el 9 va hacia la Nada. El Todo y la Nada son distintas manifestaciones de lo Mismo y aunque el 9 va a unirse con la Totalidad, lo ve como la Nada. Desde donde está el 9 lo ve como un vacío porque mira hacia allí y no hay nada donde agarrarse, sólo espacio infinito. El 9 está cargado de sabiduría y experiencia y debe desapegarse de todo, soltarlo todo y entregarse a la Nada por fe. A pesar de su evolución y debido a ella, el salto al vacío le provoca miedo.
En el 9 ya estamos mirando a la Nada, a esa esencia que es la base de Todo, aunque eso no quiere decir que la veamos. Al principio solemos estar muy apegados a lo físico, ése es el principio de nuestro camino y a medida que evolucionamos, vamos a vivir el desapego.
Una forma muy práctica de alinearnos con nuestro camino es enfocar nuestra atención en las cualidades y no en las cantidades. Si nos enfocamos en cualidades como el amor, el dar, la libertad o la belleza, las cantidades se cuidan solas. Por ejemplo, vamos a un anticuario y vemos un cuadro abandonado en una esquina; como nos parece bonito, lo compramos y nos lo dan muy barato; luego nos enteramos de que es obra de arte valiosa. Lo que nos movió a comprarlo fue su belleza y que se podía colocar en un sitio mucho mejor que donde estaba y no el hacer un buen negocio; eso es guiarse las cualidades y no por las cantidades. Al contrario, cuando vamos de enterados y queremos hacer un buen negocio, no suele salir. Cuando hacemos las cosas motivados por sus cualidades todo va bien, pero cuando intentamos ser prácticos nos confundimos y sale mal.
Cuanto menos prácticos somos, en términos económicos, mejor nos funcionan las cosas. No deberíamos justificar nada por el dinero que cuesta. Cuanto menos nos guiemos por aspectos materiales, mejor anda todo en nuestra vida y eso implica que también funcionan sus aspectos materiales. Si algo nos parece bonito, nos gusta, nos inspira, eso es más que suficiente para que le aportemos nuestra energía, pero si lo hacemos sólo como una inversión económica, lo más probable es que no funcione. Tenemos una relación directa con el Espíritu, que no nos permite estar pendiente de tonterías.
Somos un número de cosecha, vamos a recoger todo lo que hemos ido sembrando, las cosas a las que hemos dado nuestra energía a lo largo de todo el ciclo. Venimos a completar, la vida nos pasa cuentas. Es hora de terminar cosas, nos aparecen todos los cabos sueltos y hay que atarlos. El proceso acaba cuando el cabo está atado y entonces hay que ponerse a atar otra cosa. Nos parece que cuando tenemos el cabo atado es el momento de disfrutar de un poco de tranquilidad, pero lo que ocurre es que nos aparece en seguida otro cabo pendiente. Entonces puede parecer que nuestra vida se desploma de nuevo; no acabamos de salir de una cosa y ya estamos metidos en otra. Este proceso sigue y sigue mientras continuemos tan apegados a la materia.
No solemos escuchar demasiado a los demás; nosotros lo tenemos claro, escuchamos a Dios. Sentimos que conectamos directamente con la fuente de la sabiduría, interiormente nosotros ya sabemos. Buscamos opiniones para que nos confirmen lo que ya sabemos. Cuando las escuchamos, confirmamos que “esto es lo que yo decía” o “eso ya lo sabía”. A pesar de lo que aparenta, esa confirmación no nos induce a actuar. Sea lo que sea lo que nos han confirmado, nosotros ya lo sabíamos antes y, a pesar de ello, no habíamos hecho nada. Nada ha cambiado ahora y la lista de excusas para no actuar se consolida. Eso nos ocurre porque nos cuesta terminar con el pasado, cortar, desconectar. Estamos muy enganchados, apegados a nuestro pasado.
El problema vuelve a ser la solución, porque cuando más apegados estamos desde más alto caemos, la vida se encarga de eso. Nosotros ya sabemos suficiente, la vida nunca nos tiene lástima. Es como estar agarrado a una noria que está subiendo. Cuanto más tardemos en soltarnos, peor, porque desde más alto caeremos. Eso provoca que veamos nuestra vida como si estuviéramos montados en una montaña rusa, por la velocidad y por la caída.
Hacernos los listos ya no nos funciona. La vida nos exige que estemos ahí con todas las consecuencias. Si nos escondemos, nos busca y nos pone a la vista. A otras personas la vida las tratará con más cariño y suavidad, les permitirá deslices y hasta les echará una mano. Pero nosotros ya tuvimos oportunidades de sobra para aprender la lección, además se nos acabó el tiempo.
Somos maestros, por nuestra experiencia, por toda la trayectoria que tenemos detrás. Vamos a dar ejemplo con nuestra vida. Puede que sea un ejemplo a seguir o todo lo contrario: “mira lo que le ha pasado a éste por hacer eso”, que sigue siendo un ejemplo, pero de lo que no hay que hacer. En cada momento estamos transmitiendo una enseñanza que es nuestra propia vida. Esto también se relaciona con uno de nuestros dones, y es que cuando nos lo permitimos, sabemos disfrutar de las cosas sencillas de la vida. Es un don que compartimos con facilidad, porque en los momentos que sucede se contagia a las personas que están a nuestro alrededor.

Dios es el último lujo y nosotros lo tenemos muy cerca. Ese lujo tiene un precio y, para nosotros, la forma de pagarlo es entregarnos al vacío.