ACOMPANYAMENT EN LA TRANSFORMACIÓ INTERIOR I EL CANVI DE CONSCIÈNCIA. ACOMPAÑAMIENTO EN LA TRANSFORMACIÓN INTERIOR Y CAMBIO DE CONSCIENCIA.
dijous, 31 de desembre del 2015
dimarts, 22 de desembre del 2015
DOLORS D'OÏDA
Els dolors d'oïda es produeixen quan viu una pena, estic trist o em sento ferit per coses que vaig sentir. També puc tenir la sensació que ningú escolta el que que he de dir o estic decebut per que m'agradaria que em diguessin el que no diuen mai. És com si volgués tancar i ja no estar en contacte amb el que m'envolta. El dolor d'oïdes es produeix després d'una crítica que ha arribat a les meves orelles i que m'estava destinada o estava destinada a una altra persona. El que sento em angoixa i em fa mal, tant físicament com emocionalment. Si es tracta d'una infecció a l'orella, probablement vaig sentir paraules que em causen irritació, un
trastorn emocional, un conflicte o harmonia. Si tinc otitis, viu molta impotència davant el que vaig sentir. Si un nen viu una malaltia de les oïdes, això pot expressar un conflicte vinculat amb l'entorn familiar o l'escola. Els dolors de les oïdes són freqüents en els nens que senten tot el que diuen les persones grans, les baralles dels seus pares, sense poder donar el seu punt de vista. Aprenc a conservar les meves orelles "oberts" a qualsevol moment, desenvolupant al mateix temps la meva capacitat de desinterès enfront del que sento. Així el meu cor pot mantenir-se obert a tot instant.
divendres, 18 de desembre del 2015
CURS DE MINERALS PER ÙS TERAPÉUTIC
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INCLUYE DOSSIER COMPLETO Y CERTIFICADO DE ASISTENCIA.
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dimarts, 15 de desembre del 2015
dilluns, 14 de desembre del 2015
BON NADAL
NUESTRO NÚMERO DE ALMA SUMADO AL NÚMERO DEL AÑO EN EL QUE ESTAMOS NOS DA EL NÚMERO DEL AÑO EMOCIONAL, O SEA, LO QUE NOS TOCA VIVIR ESE AÑO. VAMOS A DESCUBRIRLO:

Este periodo es como una fiesta de despedida, la fiesta dura todo el año, el único problema es que nos olvidemos de que estamos en una fiesta. Es un buen año para disfrutar del momento.
Es un
año para seguir el impulso de correr hacia lo nuevo. La base es que lo viejo no
funciona igual que antes. Le damos forma o salida a nuestros impulsos y también
estamos más conscientes de cuando los reprimimos. Nos sentimos más activos.
También aparecen nuevos intereses que se presentan a través de ideas
nuevas. Nos apuntamos a cosas que parece que serán duraderas y la semana siguiente
nos apetece hacer otra cosa completamente distinta.
Año de cambios, las dificultades en este año pueden venir de no haber dicho
adiós a las cosas viejas en el año anterior y seguir enganchado a ellas. Si
hemos sabido decir adiós y gracias el año pasado, lo nuevo nos llega fácil y
agradable.
La personalidad y el ego están mas sensibles este año que de costumbre.
No es un año de problemas económicos, este periodo es para vivir otras
cosas. El 1 es la metáfora del recién nacido. El niño no tiene que buscar la
comida por su cuenta, eso ya lo tiene solucionado.
Estamos más en contacto con nuestras emociones que con la parte racional o
lógica. Somos más impulsivos, no queremos pensarnos tanto las cosas.
Año de
relaciones que se intensifican en el uno a uno. Tenemos más fuerza de
personalidad, que se siente como una atracción de personas y acontecimientos.
También en consecuencia hay menos necesidad de expresar nuestra fuerza
directamente.
Estamos más presentes o conscientes de nuestro mundo interior. Como un
efecto de esto suelen cambiar los sueños que aparentan más reales.
Año de estar ocupado, mucho trabajo y pocas recompensas directa o externas
por ese trabajo. Se viven aspectos más internos. En el año 1 se toma un impulso
realizando una acción, orgulloso de lo que se ha hecho, en el año 2 uno se
siente que se ha entregado a algo que valía la pena. Este proyecto que vale la
pena normalmente no es para uno mismo, es por un interés general y apoyando un
trabajo donde otra persona o el mismo proyecto recibe el mérito.
Las cosas que uno quiere directamente le vienen indirectamente. Se trata de
tener claro lo que uno quiere y entonces atender lo que tiene delante, que
normalmente en este año es ayudar al otro. Entonces de forma mágica, aparece lo
que nosotros queremos de indirectamente.
La fuerza viene del interior y este es un año interior. Cuando uno esta
conectado al interior se siente más fuerte. Es una fuerza indirecta que si se
usa para apoyar a otros funciona mejor para ambos.
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Año de
nuevas ideas, de proyectos creativos, de expresión y comunicación. Suelen
ocurrir acontecimientos que estimulan el miedo y también se agudiza la
intuición.
Aparecen nuevas posibilidades, aventuras, fantasías y eso nos crea
inseguridad, dudas, altibajos y miedo como metáfora de fuerza creativa bruta.
Nuestras resistencias estarán más a flor de piel, estaremos más sensibles y
parecerá que ya no aguantamos o aguantamos menos. Sentimos el impulso de dejar
circunstancias o relaciones que parece que nos limitan.
No es un año de mucha actividad externa, el movimiento va por dentro, en
como uno percibe el mundo exterior. Nos interesa descubrir como ocurren las
cosas, como se crean los acontecimientos. Es un año para darse cuenta de que no
hace falta luchar en el mundo exterior para que funcionen las cosas, que la
clave es nuestro mundo interior y que si le hacemos caso, las cosas externas
parece que funcionan solas.
Uno de los efectos que se produce cuando uno da paso a lo nuevo, es que
también entra nueva energía y se sitúa en un nuevo nivel de conciencia. Las
cosas del pasado que no están a ese nuevo nivel salen. Esas cosas del pasado
están en nuestro interior y la forma que tienen de salir es manifestándose
físicamente en el mundo. A veces, esa manifestación externa, no es agradable
porque hace mucho ruido. Es como ponerse a limpiar, que se ve más suciedad al
principio. Esa mayor suciedad son las cosas del pasado saliendo.
Cuando algo del pasado sale, nos cuesta soltarlo. Puede hacerlo más fácil
darnos cuenta de que lo que nos cuesta soltar no es la parte material, sino el
sentimiento que llevamos dentro. Una forma de dar la libertad a ese sentimiento
y a las personas involucradas en él, es utilizar la materia como símbolo de esa
circunstancia, es decir los objetos que guardamos relacionados con ese pasado,
y al soltarlos liberar la energía enganchada en ellos, recuperando nuestra
energía y devolviendo el resto a quien le pertenezca. Así uno deja de tener
fragmentada su energía en el pasado y está toda disponible en el presente.
El 4
simboliza la energía tomando forma física, manifestándose materialmente. Así en
este año las cosas de nuestro mundo interior, como ideas, visiones, sueños, se
manifiestan físicamente, externamente. La otra cara de este aspecto es que si
sentimos, interiormente, que nuestra vida no evoluciona, exteriormente aparecen
obstáculos, dificultades. En este año, con ese punto de vista, nos va a parecer
que de repente se nos cierran todas las puertas.
Periodo de revisión de nuestras estructuras, familia, casa, trabajo y todo
lo relacionado con la estabilidad. Probablemente una metáfora de cambio de
casa, o donde uno se siente en su casa, como en el trabajo o como miembro de
una organización o grupo, aunque no tiene porque ser permanente. Quizá por un
tiempo vivir en otro sitio, o realizar cambios dentro de la casa o cambio de
coche, trabajo, o de posición en la misma empresa. También aspectos familiares,
uniones, separaciones, nacimientos.
Los problemas físicos en el cuerpo son otra manifestación de un año de
obstáculos o quizá accidentes físicos. Es un periodo para trabajar la
paciencia, para ver la vida paso a paso y confiar, manteniendo la intención de
dónde vamos y poniendo atención sólo en el paso que estamos dando en ese
momento.
No se puede hacer nada para tener más paciencia. Si intentamos ser más
pacientes, nos ponemos más nerviosos, más impacientes. Lo que si podemos hacer es
tener confianza. La confianza está en un nivel más amplio que la paciencia.
Podemos confiar en nosotros mismos o en los demás, pero la verdadera confianza
es la que tengamos en la vida, que también podemos llamar fe. La fe o certeza
están en un nivel más amplio que la confianza en nosotros mismos o en los
demás. Así se trabaja la paciencia, con confianza, fe y certeza.
En
este periodo dispondremos de mucha energía. La energía enfocada en una
dirección, nos dará acción, movimiento, libertad y variedad. Si no la dirigimos
nos provocará nerviosismo y miedo.
Es un año para disfrutar de la variedad, para hacer muchas actividades diferentes, con mucha intensidad y por un corto periodo. Si estamos en movimiento, no nos va a faltar energía, porque lo que quiere la energía es circular. Si nos quedamos parados, nos consumirá y no tendremos fuerzas ni para levantarnos del sofá. Si no hacemos circular la energía se bloquea y provoca tensión y dolor muscular. Podemos tener dolores de cabeza y de espalda.
Este año nos sobra energía para nuestros proyectos y para hacerla circular hay que dársela a los demás, a cuantos más mejor. Es un periodo para estar al servicio de los proyectos de otras personas, aportándoles nuestra colaboración desinteresada. Nuestro desafío será no intentar controlar al otro, ni su proyecto. Es un desafío porque cuando aportamos nuestra energía a un proyecto, nos gustaría sentirnos parte de él. Eso nos hace dependientes y este es una año para vivir la libertad. Para ser libre lo primero es dar libertad al otro y a su proyecto. Ser libre metafóricamente lo mismo que ser rico. Como metáfora de movimiento y de estar al servicio de otros, haremos viajes cortos y frecuentes. Viajes para apoyar a otros, no son viajes de vacaciones, quizá de trabajo o personales.
Es un año para vivir la libertad, la no- dependencia. Podemos aprovechar para liberarnos de viejas ataduras del pasado. Podemos notar la energía en las manos. Facilidad para deshacer las ataduras del pasado y quedarnos con las manos libres para apoyar al otro.
Es un año para disfrutar de la variedad, para hacer muchas actividades diferentes, con mucha intensidad y por un corto periodo. Si estamos en movimiento, no nos va a faltar energía, porque lo que quiere la energía es circular. Si nos quedamos parados, nos consumirá y no tendremos fuerzas ni para levantarnos del sofá. Si no hacemos circular la energía se bloquea y provoca tensión y dolor muscular. Podemos tener dolores de cabeza y de espalda.
Este año nos sobra energía para nuestros proyectos y para hacerla circular hay que dársela a los demás, a cuantos más mejor. Es un periodo para estar al servicio de los proyectos de otras personas, aportándoles nuestra colaboración desinteresada. Nuestro desafío será no intentar controlar al otro, ni su proyecto. Es un desafío porque cuando aportamos nuestra energía a un proyecto, nos gustaría sentirnos parte de él. Eso nos hace dependientes y este es una año para vivir la libertad. Para ser libre lo primero es dar libertad al otro y a su proyecto. Ser libre metafóricamente lo mismo que ser rico. Como metáfora de movimiento y de estar al servicio de otros, haremos viajes cortos y frecuentes. Viajes para apoyar a otros, no son viajes de vacaciones, quizá de trabajo o personales.
Es un año para vivir la libertad, la no- dependencia. Podemos aprovechar para liberarnos de viejas ataduras del pasado. Podemos notar la energía en las manos. Facilidad para deshacer las ataduras del pasado y quedarnos con las manos libres para apoyar al otro.
Año
para vivir el amor, a través de experiencias de amor total, de disfrutar
sintiéndose enamorado de todo. Es también un periodo para vivir el éxito, en
muchos casos aparentemente no merecido desde nuestro punto de vista, porque nos
llega sin esforzarnos.
También podemos elegir sentir que es injusto que el éxito llegue ahora con
tan poco esfuerzo, cuando creemos que lo hemos merecido en muchas otras
ocasiones y no ha llegado. Este periodo es una buena oportunidad para darse
cuenta de que el éxito es la opinión del otro y que se va tan fácil como llega.
Es igual de absurdo apegarse al éxito que al fracaso.
Nos podemos sentir desde abandonados a traicionados. Es posible que
tengamos alguna buena excusa para sentirnos así y también podemos utilizar esa
circunstancia para darnos cuenta que uno nunca está solo. Ahora mismo podemos
elegir creer que este año nos van a abandonar y sentirnos víctimas o que vamos
a poder aprovechar esa circunstancia para evolucionar.
También podemos abandonar una relación, proyecto, circunstancia o trabajo
porque nos sentimos abandonados por él, es decir, ya no nos apoya.
Vamos a trabajar también la responsabilidad: nos veremos agobiados por la
responsabilidad. Hay que descubrir que uno es sólo responsable en cada instante
de lo que tiene delante. La responsabilidad no va más lejos, la mente sí, pero
no hace falta.
Nuestra intuición está muy clara y es un buen periodo para la comunicación;
hablamos con mucha fluidez, aunque también podemos meter la pata a través de
las cosas que decimos, aunque no por no tener razón, sino por sus
consecuencias. Aparecen desafíos de aceptación personal. Tenemos una idea de
perfección o del mundo ideal que es poco práctica y se convierte en
inalcanzable. Nos hace falta bajar esa idea de perfección a la tierra, algo más
cercano para el primer paso.
Año de
explorar nuevas posibilidades como si fueran distintos mundos; pueden ser en el
mundo del trabajo o personal, o tomar la forma de viajes: año para viajar; el
mundo nos recuerda que está ahí para visitarlo.
En este periodo parece que los acontecimientos incrementan su intensidad;
si antes nos molestaba algo, ahora nos molesta más. Pueden aparecer aspectos de
competencia, lucha o agresividad para lograr nuestros objetivos. Suele haber
bastante ruido mental “comerse el coco”. Tenemos muchas cosas en la cabeza que
nos parece que son importantes. Si intentamos solucionarlas una por una no
acaban nunca, pero si nos enfocamos en un contexto más amplio, al que podemos
acceder con los alimentos del alma1, parece que las otras cosas se solucionan
solas o sin conflicto.
Es buen momento para poner atención en las creencias que tenemos sobre el
mundo material, porque incrementan su intensidad y podemos verlas mejor. Si no
prestamos atención a este proceso, podemos creernos más el mundo material y ser
más dependientes de él.
Periodo para desarrollar proyectos o ideas de forma racional hasta un punto
en el que la lógica se acaba y dónde el proyecto continua con un salto al vacío
que representa el salto de la razón al corazón. Esa es una manera de alinearnos
con la energía 7 de este año para que las cosas funcionen: cuidar los detalles
hasta un punto en que hay que soltarlo todo y confiar en que la vida siempre
apoya.
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2015 es un año Emocional Universal 8: el Poder, La
Transformación, la Libertad, son cualidades del 8.
Año de transformación o más concretamente de transmutación, un proceso más
alquímico de salto de una dimensión a otra, muerte y regeneración; metáfora del
resurgir del fénix de las cenizas. Dependiendo de la atención y sensibilidad de
cada persona a esta transmutación, hay quién empieza a notarla en el año 8 y
quién la nota en el 9 donde es mucho más evidente.
También es un año en el que se manifiesta poder a través de conseguir objetivos,
o a través de algún tipo de mando, donde las circunstancias parece que nos
sitúan en un punto donde debemos tomar decisiones que afectan a otras personas.
Es un año donde se manifiesta la metáfora de la muerte como proceso de
transformación. El 8 representa el movimiento de energía de un nivel a otro y
eso requiere la muerte de un nivel para el nacimiento del otro. Hay saltos de
energía, otra llama de energía que entra. Los años 8 y 9 pueden ser los más
fuertes. Hay veces que el 1 aparenta más fuerte; eso ocurre si no se acepta la
transmutación en los años 8 y 9. Hay también muchas oportunidades de vivir la
muerte del ego.
Es un periodo para confiar en que todo va bien y creer en la magia de la
vida, donde es suficiente tener una intención clara sobre que es lo mejor que
puede pasar y dónde no es necesario intervenir directamente para que funcionen
las cosas. Al contrario, meter la mano o manipular, juega en contra nuestro.
.
El año
9 marca el final de un ciclo. Cosas que hemos estado haciendo en los últimos
años dejan de interesarnos. Año de despedidas, el truco está en decir adiós y
gracias por todo lo aportado.
La vida nos apoya, pero no a nuestras creencias de importancia personal.
Este periodo no nos tiene lástima. Nos hemos ido dejando cosas pendientes por
el camino, llega el periodo 9 y es el momento de pasar cuentas y ponerse al
día.
Nos toca trabajar el desapego. Tenemos la oportunidad de llegar a un punto
donde aceptemos los acontecimientos tal cual, sin tenernos lastima.
Las cosas se acaban, o aspectos de relaciones o proyectos están caducos y
hay que hacerlo de otra manera. Todo está moviendo y lo peor que podemos hacer
es agarrarnos, porque cuanto más intentamos agarrarnos peor lo pasamos. Podemos
elegir entre la amargura de querer agarrarnos a algo que se acabó o aceptar que
eso está ya completo y que toca otra cosa.
Este periodo es como una fiesta de despedida, la fiesta dura todo el año, el único problema es que nos olvidemos de que estamos en una fiesta. Es un buen año para disfrutar del momento.
Es un año que marca el inicio de cambios profundos, cambios de rumbo. Se
amplia el nivel de conciencia, las cosas se ven de otra manera y toca actuar en
consecuencia. Hay que poner la atención en lo que llega, que es donde están los
regalos, no en lo que se va. El efecto de pasar cuentas hace también que den
fruto semillas que plantamos hace años en un terreno fértil y hasta se nos
olvidó regar. Es como haber hecho un ingreso en un banco hace años, al ir a
poner la cuenta al día, resulta que encontramos los intereses.
NUMEROLOGIA TÁNTRICA. ERIC ROLF
l
LA SUMA DE LOS NÚMEROS DE NUESTRA FECHA DE NACIMIENTO NOS DÁ NUESTRO NÚMERO DE ALMA. DESCUBRIMOS CUAL ES EL NUESTRO:
·
“El 1 viene de la Unidad, que es
una forma de decir que antes del uno está el Todo o la Nada. Es como si tuviera
a Dios detrás, que le anima y le da el impulso para empezar a
andar sus primeros pasos. Parte de su camino es separarse de ese Todo y ponerse
por su cuenta. Para distinguirse, se reafirma en el YO, que le hace muy
sensible a su ego. Es externo y protagonista, actúa por instinto
primario, atraído por la novedad, con la ingenuidad y la inocencia de ser un
hijo de Dios.”
l 1 es el primer número que
llega, el 9 es el último. El 1 viene del Todo y el 9 va a la Nada, el Todo y la
Nada son distintas manifestaciones de lo Mismo, son la primera división mental
en dos extremos. El 1 viene del mismo sitio donde va el 9, aunque el 1 lo ve
como el Todo y el 9 como la Nada. El 1 lo ve como un Todo porque justo acaba de
estar ahí y su última experiencia ha sido ese contacto pleno con la Totalidad;
se desprende de Ella para andar por su cuenta, a eso ha venido.
Con el 1 empieza la función, el público nos está
esperando. Llegamos al escenario y se levanta el telón. Somos los protagonistas
y queremos hacerlo muy bien. Nos afecta mucho la crítica de nuestro público:
“¿les gustará, qué dirán, qué pensarán?” y peor “¡que pensarán y no dirán!”.
Como estamos muy enfocados al exterior, nuestro ego es muy sensible.
A los 1 nos encanta el protagonismo. Se nos da bien
ser artistas, interpretamos bien cualquier papel. Si nos lo proponemos podemos
ser buenos mentirosos. Un actor, por mucho que grite, llore o ría, sabe que
está actuando; por un lado, se entrega con pasión y, por otro, sabe que no es
de verdad, que está interpretando un papel.
Los 1 venimos muy unidos a la
Totalidad y por ello no tendremos al principio una individualidad muy fuerte.
Vamos a darle fuerza a nuestra personalidad desarrollando el ego. Llegamos
sintiendo que formamos parte de un gran conjunto y poco a poco nos queremos
separar de ese conjunto para ser más nosotros mismos. Por eso queremos
resaltar: lo que estamos buscando es esa identidad propia y vamos a crear un
personaje para sentirnos separados de ese Todo.
Para desarrollar el ego, queremos
ser los primeros y llamar la atención de alguna manera. Nos gusta destacar y lo
vamos a conseguir de una forma o de otra; vamos a ser los mejores o los peores,
no importa, lo importante es ser únicos. Si no conseguimos ser el mejor ni el
peor, por lo menos seremos especiales y haremos alguna cosa fuera de lo común.
Nos atrae lo nuevo, nos gusta el
empezar cosas. Somos muy impulsivos y si nos permitimos seguir nuestros
impulsos, somos muy creativos. Tenemos la habilidad de actuar con creatividad
en cualquier mundo, porque tenemos una conexión directa con la energía creativa
del Universo. Ser creativo es dejar entrar lo nuevo. Para que entre lo nuevo
debemos dejar salir lo viejo, que es el pasado. Con un impulso somos capaces de
crear un mundo, pero también de destruirlo. Nos gusta lo muy nuevo o lo muy
viejo, lo de ayer o no nos interesa o nos sentimos amenazados por ello. Por
ejemplo, no hay conflicto entre nuestras ideas y las de los romanos, porque hay
suficiente distancia entre nosotros, pero si puede haberlo entre sus ideas y
las de nuestros padres.
La vida es nueva a cada instante
y una de las formas prácticas de verlo es seguir nuestro impulso, que es
también nuevo en cada instante. Seguir nuestros impulsos es como empezar algo
nuevo en cada momento. Los impulsos vienen del corazón y son también nuestra
forma de dar. Si nos resistimos al impulso de dar es porque nos paramos a
pensarlo; este “parar a pensar” interrumpe nuestra creatividad, el parar se
convierte en parálisis.
Podemos ver nuestra vida como si
acabáramos de llegar a algún lugar nuevo, desconocido. Es lógico que nos falte
confianza porque no tenemos experiencia en un lugar así. La confianza no es
algo que se puede alcanzar directamente, es una consecuencia. No se puede hacer
nada para tener confianza; hay que correr un riesgo, lanzarse y esperar a ver
qué pasa. Arriesgarse es mirar a lo desconocido de frente. Después de dar un
paso hacia lo desconocido y obtener un resultado agradable surge una especie de
confianza. Por ejemplo, cruzar la calle; sólo después que hemos cruzado varias
veces, nos sentimos más seguros a la hora de cruzar. El peligro sigue estando
ahí, pero ahora lo vemos diferente, con más confianza.
Somos personas que parece que no
envejecemos ni cuando maduramos. Somos niños eternos y nos gusta mirar al mundo
como nuestro juguete. Nunca perdemos esa parte inocente, de ilusión y
esperanza, que tienen los niños.
Somos todo corazón, muy
impulsivos, nos enamoramos de algo y nos parece que va a ser para toda la vida,
pero a la semana siguiente nos enamoramos de otra cosa. Si el impulso nos sale
del corazón, nos sobra amor para hacer de madre de todos. Cuando nos dejamos
llevar por el corazón, podemos superar cualquier nivel de inteligencia mental,
porque ésta es racional, por tanto limitada, en cambio el corazón no y puede ir
mucho más lejos.
Cuando no queremos hacer algo que
hay que hacer, le preguntamos a otra persona lo que deberíamos hacer. Como
nosotros nunca hacemos lo que nos dicen, asunto arreglado, ya tenemos excusa
para no hacerlo. Cuando realmente nos apetece hacer algo, no le preguntamos a
nadie, ¡Somos pura emoción!!
El
2 complementa ”al otro” buscando el equilibrio. En consecuencia, el
2 no será nada protagonista, encontrando su camino dando apoyo desde
la sombra, sin pedir recompensas y sin necesidad dejustificarlo. El 1
explora el exterior, y el equilibrio lleva al 2 al otro lado, hacia el
interior, que representa el mundo de los sueños y la imaginación”.
Una de las claves del dos son las
relaciones personales. Al llegar el dos, nota la separación con el uno porque
se ve distinto a él y se quiere relacionar.
Dentro del primer triángulo somos
el número con más fuerza. Estamos muy conectados con nuestro corazón y somos
muy honestos. Nos relacionamos mucho mejor con nuestro mundo interior que con
el exterior. Ante todo, tenemos la capacidad de dar, de apoyar, de ser
generosos. Aunque todas las personas vienen a dar, nosotros representamos la metáfora
más cercana de ese dar.
Una de las cosas más importantes que vamos a
aprender en nuestro camino es el verdadero significado de dar. Venimos a dar
sin preguntar o justificar. Nuestra evolución depende de la medida en que
ofrezcamos nuestro apoyo y colaboración sin juzgar a las personas que están a
nuestro alrededor.
Sabemos escuchar y eso ya apoya.
En el escuchar hay una especie de aceptación de la otra persona, aunque no
necesariamente tenemos que estar de acuerdo con lo que diga. Siempre estamos dispuestos
a manifestar nuestro apoyo a través de alguna acción concreta para beneficiar
al otro, haciendo algo que le sirva. El otro se siente más apoyado, no tanto
por la acción concreta que nosotros realicemos, sino por el hecho de estar
allí, a su lado. Escuchar con atención es lo primero que podemos hacer por la
otra persona.
La fuente del poder es estar
relajado. Cuando nos relajamos nos abrimos y, cuanto más abiertos estamos, más
fuerza de la vida permitimos que pase a través de nosotros. A la vez, de más
energía disponemos para hacer cualquier cosa. Si estamos tensos, menos energía
entra y menos sale. Para poder dar ese apoyo como parte de nuestro propósito de
vida, necesitamos estar relajados.
Venimos
a vivir las relaciones personales de uno en uno, o sea, dos en total.
Necesitamos parejas, socios, amigos, compañeros, en definitiva, necesitamos “el
otro”. El otro es una especie de nuestrorepresentante en el mundo
exterior, porque nosotros somos muy interiores y eso se suele manifestar de
forma que el otro es más protagonista y nosotros le apoyamos desde la sombra.
Aunque solemos dejarle el
protagonismo al otro y esto parece una forma de dar, muchas veces no lo es. Es
posible que cuando damos, antes que lleguemos a entender el verdadero
significado de dar, pretendamos mantener el control sobre lo que dimos; y esto
puede ser una trampa, porque si el otro falla, le vamos a echar la culpa. No
cogemos la responsabilidad y le dejamos al otro el protagonismo. A la vez
esperamos que el otro se equivoque para recriminarlo. Lo que empezó con un dar
se ha convertido en este caso en un préstamo con intereses. Nos cuesta tomar la
acción por nuestra cuenta, preferimos que alguien cuente con nosotros. Aunque
no nos gusta necesitar nada, necesitamos que el otro nos necesite. Darnos
cuenta que el otro nos necesita es una especie de recompensa porque el otro se
da cuenta de que tenemos un valor y de que somos útiles.
Una de las claves en las
relaciones viene a través del espejo, es decir, observándote a ti mismo es como
empiezas a conocer al otro. Más conocerás al otro cuanto más conozcas de ti. El
espejo funciona en las dos direcciones, tenemos relaciones diferentes con cada
persona y cada una de esas personas refleja una parte nuestra, a veces una que
no nos gusta mirar, por eso el otro nos la pone delante, para que podamos
transformarla.
No tenemos, en principio, motivo
alguno para ser materialistas, ya que en nuestro mundo interior no hay nada
material. Así, nos sentimos mucho más seguros ubicándonos en el interior que en
el exterior. En cierta forma, el mundo exterior nos asusta y, si ese temor es
muy acusado, puede hacer que nos enganchemos a un enfoque en exceso
materialista, para compensar la inseguridad que sentimos en el mundo material.
La materia se puede ver y agarrar, y cuando uno se siente inseguro en el mundo
material, cree que puede suplir esa inseguridad rodeándose de mucha materia, ya
sea bienes, dinero, o personas que los tienen, que es una metáfora de
seguridad. Ese enfoque materialista persiste hasta que nos damos cuenta de que
esa seguridad exterior es falsa y de que, en cambio, la seguridad interior va
siempre con nosotros. Entonces podemos soltarnos y actuar más de acuerdo con
nuestra naturaleza.
Antes
de que podamos abrirnos a nuestro amplio potencial creativo, debemos
encontrarnos a nosotros mismos, algo así como intentar responder a la pregunta
“quién soy” o “qué hago aquí”. Debemos encontrar un
equilibrio entre quién somos, ya que nuestra naturaleza es
interior, y dónde estamos, ya que tendemos a ver el mundo como algo
completamente exterior y no es así. Solemos tener grandes dificultades para
integrar interior con exterior. Muchas veces el mundo exterior sólo nos sirve
para darnos cuenta de que estábamos imaginando una fantasía y, de golpe,
aterrizar en lo que nos parece la cruda realidad. Aunque interior y exterior
parecen irreconciliables, podemos sacar partido de nuestras visiones interiores
si encontramos la manera de que se manifiesten en el mundo exterior. Una manera
puede ser tener claro lo que queremos, seguir nuestra intuición, atender lo que
tenemos delante y confiar en que llegará.
Una
forma práctica de encontrarnos es tomar la responsabilidad de nuestra propia
vida, centrándonos en dónde estamos y para qué, lo
que nos permitequitar la atención del pasado y devolverla al presente. En el
pasado se queda el porqué llegamos aquí, quién participó en ello y el resto de
los porqués, ahora ya no importan. Eso nos permite seguir el
impulso de nuestra extraordinaria intuición y vivir de acuerdo con nuestros
principios elevados.
Una de nuestras especialidades es
el trato con la gente; no nos gustan las estadísticas porque sólo hay números y
datos pero falta lo más importante, las personas. No entendemos que la
natalidad media sea de 1,7 hijos, lo que entendemos es que hay muchas familias
de dos hijos y algunas de 1 o de 3.
Tendremos problemas delegando,
siempre que queramos que el otro haga las cosas exactamente como las haríamos
nosotros. El otro nunca hace las cosas como las haríamos nosotros, a estas
alturas ya deberíamos saberlo, pero una y otra vez esperamos que así sea. Uno
quiere, por ejemplo, que los hijos se comporten como dice y los hijos nunca se
comportan así. Hay que soltar un poco de control y ser más flexible. Es
suficiente ponerse de acuerdo en el resultado, dándole al otro la oportunidad
de manifestar su propia creatividad.
Tenemos una energía muy potente
que, aunque no se ve, se percibe a nuestro alrededor. Esa energía es la
metáfora de que la verdadera fuerza es interior y nosotros somos muy
interiores. Nuestro atractivo viene de este deslumbrante campo energético que,
por encima de nuestra apariencia, atrae personas y acontecimientos como si
fuera un imán.
La noche es también la metáfora
de la parte interior. La noche no nos suele confundir, parece que nuestra
energía aumenta. También el contacto con la naturaleza nos da vida, porque nos
parece que la naturaleza o la noche están más cerca de nuestro mundo interior.
Aunque no trabajamos directamente
con nuestro ego, podemos expresarlo a través de otras personas, como por
ejemplo, un obrador de joyería, que hace joyas para que las luzcan los demás.
También expresamos nuestro ego a través de personas egoístas o amantes del
protagonismo que nos hemos atraído. Esa atracción es debida a nuestra enorme
fuerza interior y une personas que tienen mucha fuerza interior con otras que
la quieren; nadie se aprovecha de nadie, uno necesita apoyo y el otro necesita
dar, y aunque inicialmente se establece una dependencia mutua, cualquiera de
los dos puede liberarla haciéndose consciente del proceso.
Apoyando al otro permitimos que
se exprese su ego, porque es el otro quien se lleva el mérito, el protagonismo.
Nosotros trabajamos en el mundo interior y nos sentimos bien cuando el otro
manifiesta, con nuestra ayuda, ese proyecto común que es bien recibido en el
mundo exterior. El mundo reconoce la parte externa, es decir, al que da la cara
más que al que tiene el valor. Si, además, el otro no se muestra agradecido y
no suele hacerlo suficiente, podemos tener una pequeña crisis, sentir que se
han aprovechado de nosotros y tenernos lástima.
Acabamos de describir una
experiencia de dar incondicional, vivida de espalda en sus últimos pasos.
Tenemos el don del amor incondicional, de ahí sale nuestro dar. A través de
este dar total nos alineamos con nuestra alma, y eso nos hace ricos. Si en
lugar de vivirlo como algo generoso, buscamos algo a cambio, como algo que nos
falta, nos convierte en pobres y no funciona.
"
El 3 llega al escenario después del 1 (exterior) y el 2 ( interior). Está
indeciso, porque no sabe con quién ir, es decir, no sabe si quedarse en el
exterior o en el interior. Duda, porque no está cómodo ni
dentro ni fuera; y, por fin, encuentra su camino desapegándose de ambos, en el
puente entre uno y otro, en la oscilación entre interior y
exterior. Este continuo viaje es la fuente del proceso creativo y
la comunicación”
Viendo el 1, el 2 y el 3 formando
un primer triángulo, el 3 aparece haciendo de enlace entre el 1 y el 2, es un
número de puente. Los nueve números forman tres triángulos y el 3, 6 y 9 son el
final de cada triángulo. El 3 duda más que el 1 y el 2, que tienen más fe. El 3
dispone de una fuente de fuerza creativa que se canaliza a través del miedo. El
1 “es”, el 2 “le apoya”, y el 3, que empieza entre ellos, acaba soltándose de
ambos, se quita de en medio y ubicando su camino en el puente entre ambos. El 3
debe encontrar un equilibrio dinámico, ya que tiende a tirar de un lado y del
otro del puente, en lugar de quedarse.
Así que esta vez, o en este periodo, tenemos un
camino de viaje entre extremos. Una de las formas en que esto se manifiesta es
que a veces parecemos muy cerebrales y otras, muy sentimentales, pero no somos
ni uno ni otro. A través de ese viaje, entre el exterior y el interior, nos
damos cuenta de cosas que, luego, tenemos la necesidad de compartir. Sentimos
el deseo de expresarnos a través de compartir con los demás nuestras
experiencias. Cuanto más profundo sea ese viaje interior, más tesoros
encontramos y mayor es la necesidad de comunicarlos.
Si
reprimimos esta comunicación, estamos reteniendo una fuerza que puede ser
autodestructiva: se va a comunicar de una u otra manera. Podemos expresarla a
través de palabras, del arte, o de alguna otra forma de dar; pero, si nos
reprimimos, intentar detener una energía tan fuerte que quiere salir, va a
tener impacto directo sobre nosotros mismos, en nuestro cuerpo, es posible que
manifestando, por ejemplo, problemas de estreñimiento, estómago o columna1. El motivo de esta represión suele ser
el temor a la no aceptación, por parecernos que el mundo no está preparado para
lo que nosotros queremos comunicar.
Tendemos a ver el mundo como algo
no amistoso, en cierta forma peligroso, como si al descuidarnos nos fuese a
perjudicar. En su aspecto más leve, el mundo externo nos molesta, es una traba.
La raíz de esto son las diferencias que observamos en el paso entre el mundo
interior y exterior. Nuestra evolución pasa por aceptar y darnos cuenta de que
el mundo físico está ahí para apoyarnos.
A través de nuestra imaginación
exploramos las posibilidades del futuro. Lo hacemos a través de un proceso que
es como salirse del cuerpo porque éste se queda atrás, no se mueve, no realiza
ninguna acción. Exploramos el futuro interiormente recogiendo los frutos de esa
visión que son los sentimientos y las emociones de esa experiencia no física.
Como ya tenemos el fruto, no sentimos la necesidad de vivirlo físicamente en el
mundo exterior y eso puede hacer que ese futuro no se manifieste más allá de
nuestra imaginación.
En consecuencia, no somos muy
activos exteriormente, el movimiento va por dentro, en el modo en cómo
percibimos el mundo exterior. El gran interrogante de esta percepción es cómo
se crean los acontecimientos externos, es decir, si somos víctimas de una gran
casualidad, si funciona la ley causa efecto externamente, o si cada uno crea su
propia realidad y, si es así, cómo se hace.
Este proceso de viaje, entre
interior y exterior, se manifiesta también en conflictos de tiempo en términos
de pasado y futuro. Tenemos una visión del futuro que se relaciona con un fruto
o resultado que no existe en este momento. Si nos apuntamos a esta visión desde
el presente realizando una acción que representa un primer paso en este
proceso, vamos bien, pero si queremos disfrutar en el presente con los frutos
del futuro, entonces la visión se convierte en una más de nuestras fantasías y
nos apegamos a ella con un deseo que no ayuda a su realización. El deseo de que
ocurra o el miedo a que no ocurra, nos provoca un salto al pasado, nos ponemos
a pensar en lo que puede pasar, cómo lo vamos a hacer, lo que nos ha pasado
otras veces y cómo vamos a evitar que pase lo que no queremos que pase:
Lástima, ya estamos perdidos, nuestra visión ha perdido su gracia.
Pasamos por etapas de mucha
inseguridad, porque somos muy vulnerables a esa oscilación natural y tenemos
problemas cuando queremos identificarnos con algo que sea concreto, porque no
somos ni una cosa ni otra. Por ejemplo, de pequeños los demás nos confunden con
información contradictoria, a veces nos dicen que somos muy buenos y otras muy
malos, que hacemos las cosas muy bien y otras muy mal. Nos comparamos con los
demás y vemos diferencias en todas las direcciones. Eso hace que nos
identifiquemos con los extremos, nos llena de dudas y nos impide la auto
aceptación, porque si no sabemos quién somos ¿cómo nos vamos a aceptar?
La ventaja de no tener una
identidad rígida, es decir, de no saber muy bien quién somos, es que nos
permite la flexibilidad de movernos en cualquier dirección.
Seguimos la lógica que nos
enseñan, hasta un punto que para nosotros deja de tener sentido, y entonces no
encontramos nada donde agarrarnos. Buscamos explicaciones, y todas tienen algo
de sentido, pero no encajan con nuestra propia experiencia de la realidad.
Muchas veces, nos parece que los otros tienen asumidas cosas que no tienen
porque ser así, o que funcionan por costumbre de una manera y no se han
planteado hacerlo de otra. Quizá ellos se han creído lo que les han contado y
no han querido hacerse más preguntas.
Vemos personas muy activas
externamente que, aplicando la ley causa-efecto, relacionan claramente los
resultados que obtienen con el esfuerzo de sus acciones iniciales. Para
nosotros no está tan claro, porque vivimos el proceso con mucha inseguridad.
Por una parte, dudamos sobre qué acción debemos realizar, y por otra, dudamos
que esa acción vaya a conducir al resultado que queremos obtener. El asunto se
complica porque tenemos algunas experiencias en las que algo interno ha
producido un resultado espectacular con muy poca acción externa y sin ningún
esfuerzo. Llegamos a la conclusión de que ahí hay algo más que causa-efecto,
parece que hay algo extraño, o mágico, o una intervención divina.
Un
ejemplo de esto es un niño descubriendo el cine; la película está dentro de la
cinta, así que puede ver que lo que ocurre dentro se proyecta fuera, visto de
dentro a fuera es un proceso creativo, visto al revés es para dudar del
fenómeno externo como causa. Otro ejemplo son los microbios. Visto externamente,
aplicando la ley causa-efecto, parece que los microbios son causa de
enfermedades. Visto de dentro a fuera, los microbios sólo se utilizan para la
creación de la enfermedad. La duda es científica, la
creación es artística; para nosotros la vida es un arte, más que una ciencia.
Nuestro camino es ir dándonos
cuenta, poco a poco, que no es necesario luchar en el mundo externo, que es más
fácil una especie de conquista amorosa de nuestro mundo interior, y si
profundizamos y tenemos éxito en esta conquista, no hay que preocuparse por el
exterior, porque se cuida solo.
Nos va bien el ejercicio físico,
practicar algún deporte, caminar con ritmo o bailar, cualquier movimiento que
nos sirva para estirar y fluir. El problema es que no lo solemos hacer; no nos
gusta hacerlo, lo que nos gustaría es haberlo hecho, y también disfrutar del
componente social, el club y el espacio que rodea estas actividades ociosas o
lúdicas. Cuando se hace ejercicio físico, una de las cosas que ocurre es que se
respira más, uno es más consciente de su cuerpo y de su respiración, y eso nos
sirve para desapegarnos más de nuestro cuerpo, porque lo sentimos más fuerte.
Es decir, si una persona se siente débil, teme que cualquier cosa pueda hacerle
daño: un poco de frío, un poco de viento, algo que come, el contacto con
animales o desconocidos… se vuelve paranoico. No confía en su cuerpo y, en
consecuencia, está muy apegado a él. Una forma de desapegarse más del cuerpo es
sentirse más fuerte y una metáfora que sirve es hacer ejercicio con el cuerpo,
para sentirlo más vivo, más presente, más consciente. Ese desapego, a través
del movimiento, nos ayuda a quitarnos de en medio, porque nos da más confianza,
y así permitimos que más vida pase a través nuestro.
Es útil hacernos a menudo la
pregunta:
¿Qué siento y qué necesito ahora
mismo?
"Ahora me gustaría hacer
esto",
como cuando éramos niños, que
hacíamos y expresábamos inmediatamente lo que se nos ocurría. Eso nos sirve
para aprender a expresarnos a nosotros mismos, nuestros
sentimientos y necesidades. Sirve para dejar de ser mentiroso con uno mismo, no
contarse cada día las mismas cosas.
Cuando no nos apetece hacer algo, o no nos atrevemos, nos solemos contar un cuento, una
justificación para no actuar, una mentira. El problema es que si cada día nos
contamos la misma historia, de tanto repetirla, vamos a acabar creyendo que es
verdad. Ésa es la manera en la que se perpetúan nuestras limitaciones. Uno
siente el impulso de que debería hacer algo, pero no se atreve. Para no actuar
y quedarse tranquilo, uno prefiere explicarse la historia de que no es capaz de
hacerlo o de que saldrá mal y que es mejor no hacerlo.
Es importante decir que SI a los
giros y cambios de nuestra vida. Para nosotros eso es aceptar la metáfora de
que la vida cambia constantemente. A través del proceso de decir SI, pasamos
por experiencias, interiores y exteriores, en las que hallamos tesoros que,
luego, podemos compartir con los demás. Cuando nos soltamos, nuestra actitud
ante la vida es que “todo es posible", y eso lo hace posible.
“El 4 es la base
del 2º triángulo que representa la conexión con el aspecto físico del mundo.
Percibe la materia como una manifestación divina y buscará su camino a través
de ella. La materia se mueve más despacio que la no–materia, y eso le parece
que da estabilidad y confianza. Cuando quiere ir deprisa encuentra obstáculos, así que tendrá
que desarrollar la paciencia, que es ver la
vida paso a paso, un paso cada vez. La palabra “materia” viene del latín
“mater”, la misma raíz de madre y también simboliza lafamilia.
El 4 se relaciona con la tierra y con
su extensión que es la materia. Símbolo de los 4 elementos tierra, agua, aire,
fuego, y los 4 puntos cardinales.
Materia tiene su raíz en madre, que
simboliza el corazón de la familia, es quién los une y alimenta. Los desafíos
con la materia se nos suelen presentar a través de la metáfora de la familia.
Los
4 manifestamos la continuación del proceso creativo del 3, cuando la
inspiración se convierte en la primera manifestación física, la materia. El
nacimiento de la materia, lo físico y la estabilidad.
El 3 duda entre interior y exterior,
pero nosotros no. Nuestra conexión es exterior buscando la manifestación de
Dios en la materia y dándonos cuenta de cómo el mundo físico está aquí para
apoyarnos. Nosotros somos los que nos encontramos con la primera piedra en el
camino y no suele ser una piedrecita en el zapato, suele ser un bloque macizo
que nos impide pasar. Esta piedra es la metáfora de la energía bruta
manifestándose en materia como algo que apoya y da confianza, aunque nosotros
la interpretamos también como el primer obstáculo que nos bloquea el paso.
Todo lo que es estable se relaciona con
nosotros, como la familia o la casa. Atención, el dinero ni es materia ni es
estable, aunque a muchos nos gustaría incluirlo entre las cosas que se
relacionan con nuestro camino. Podemos tener o no dinero, pero eso no se
relaciona directamente con nuestro camino, el valor del dinero es su metáfora y
se relaciona con poder.
No es problema ser materialista, si se
entiende lo que significa. Cuando se acusa a alguien de serlo es que en
realidad lo es poco y debería serlo más. Se queda corto porque se ha quedado
apegado a la parte más sólida de lo visible. La materia tiene una parte visible
y otra invisible; cuando decimos que hay que ser más materialista, se trata de
poner atención también a la parte no visible. Si profundizamos en estos dos
aspectos, se nos revela el mensaje o la enseñanza: el camino nos lo muestra la
parte no visible de la materia.
Cuando encontramos un obstáculo, si
sólo vemos la parte visible de la materia, habrá conflicto o lucha. Si miramos
ese obstáculo como algo que hay que vencer, probablemente vamos a tener
problemas, porque la materia puede ser muy dura, más que nosotros. Tenemos bastante
experiencia golpeándonos la cabeza contra la pared. Puede que, entre uno y otro
golpe, se nos haya ocurrido que puede haber otro camino, una alternativa. Si
conseguimos ver el obstáculo como indicador de que la vida ha cambiado de
dirección, esa misma materia tiene entonces una gran utilidad y no está ahí
para hacernos la vida difícil: es una señal, un mensaje de la vida. Si tenemos
la confianza de que la vida es amistosa, nos podemos parar y dar un paso atrás
para ampliar la perspectiva. Entonces, podemos preguntarnos cuál podría ser la
nueva dirección; de ahí la importancia de detenerse y confiar en que la vida
nos la señala. Desde ahí es de donde sale el siguiente paso en el camino.
Nos movemos en una relación amor - odio
con la materia, pero no podemos rechazarla, porque es lo que somos y sería como
rechazar una parte nuestra.
Somos los más prácticos, cuando estamos
tranquilos. Lo práctico tiene el sabor a seguridad, uno se siente más seguro en
tierra, da confianza. Esa práctica puede conectar con una parte excesivamente
científica que nos puede limitar: la ciencia dice lo que es la realidad. Ser
práctico y científico parece que son sinónimos y no es así. La ciencia tiene un
aspecto práctico cuando se refiere a la materia sólo como materia. Si lo miramos
sólo así, eso no es ser práctico, porque tiene otras posibilidades que nos
estamos perdiendo, como las metáforas que representa la parte no visible de la
realidad y el arte. A nosotros nos funciona ser un poco artista y un poco
científico. La parte artista nos ayuda a no apegarnos completamente a la
materia y la parte científica a mantener los pies en el suelo. Todos llevamos
dentro un científico, un artista y un alquimista que los integra es una especie
de trinidad.
Para nosotros, la medida de las cosas
es si funcionan o no funcionan. Nuestra intuición se relaciona con materia, el
espacio nos habla; cuando nos conectamos con materia se nos ocurren cosas, las
ideas nos vienen a través de objetos. Al decorar una casa parece que la lámpara
nos dice que queda bien al lado de la mesa y nos extraña que otros no lo vean
igual de claro. Nuestra lógica es sencilla, todas las cosas tienen su sitio.
Tenemos facilidad para organizar cualquier cosa que podamos mover y actuamos de
forma sistemática, cuando entramos en acción se nota. Para nosotros, hacer algo
físico repetitivo no es aburrido, porque tenemos la capacidad de estar con la
materia, que es como el estar presente. Sentimos una especie de cariño por los
objetos que nos hace estar ahí y vivir el momento de una forma nueva.
Aunque somos muy honestos, a veces
tenemos una idea rígida o deformada sobre lo que esto significa. Esta
honestidad está basada en unos principios y la entendemos como algo que
funciona. No obstante, estos principios están enraizados en nuestra historia
familiar y en consecuencia pueden ser poco flexibles. Esto nos hace ser pedante
y no nos escuchamos ni a nosotros ni tampoco a los demás, porque creemos que ya
sabemos lo que nos van a decir. Esto nos convierte en personas atrapadas en el
pasado donde se formaron esos principios.
Nuestra interpretación de la realidad
familiar ha determinado mucho estos principios. Algunos de ellos no nos
atrevemos a contarlos, porque mostrarían partes nuestras muy íntimas, o porque
estamos seguros que no nos entenderían. Es curioso observar esta polaridad; por
una parte estamos convencidos de que a nosotros las cosas nos funcionan de
cierta manera, o sea, de que nuestros principios son ciertos, pero no solemos
compartirlos porque creemos que no nos entenderían. Está bien plantearse que si
nuestros principios son ciertos para nosotros, por qué no pueden serlo para
otras personas, y al contrario, sin no son ciertos para otras personas, por qué
lo son para nosotros. Eso nos puede servir para ser más flexibles con nosotros
mismos y con los demás.
De la familia hemos aprendido el
concepto de hacer las cosas como “Dios manda”, ya sea igual como se hacía en
casa o todo lo contrario. La familia nos puede servir de ejemplo de cómo no
hacer las cosas. De una manera u otra lo tenemos claro, es como si nosotros
supiéramos cómo se hacen las cosas bien hechas. De ahí surge una especie de
control y juicio hacia familiares y al mundo.
En general, uno se encuentra en un
ambiente amistoso cuando está en casa y en familia; esa no es nuestra realidad
hasta que estar en casa no es un acontecimiento espiritual, es lo que los
místicos llaman “la vuelta a casa”. Nuestro camino es encontrarnos en casa y en
familia pero ampliando los conceptos y los límites físicos. Venimos a sentir
que nuestra casa es la tierra y nuestra familia el mundo.
“Y nacido en el centro el 5, una fuente de la energía
contenida en sí misma, como una batería inagotable que puede arrancar muchos
coches, pero que cuando arrancan ya no la necesitan; su desafío es permitir que
circulen por su cuenta sin controlarlos. El 5 puede entregar su energía a todos
los números y hacerles independientes, alcanzar su propia libertad a través de
esa misma entrega.”

Si ponemos los 9 números en tres
filas,
1 2 3
4 5 6
7 8 9
podemos ver al 5 en el centro, que le permite
conectar con todos los demás. Como su camino es de aportar energía, esa
situación privilegiada le da la capacidad de entregarse colaborar y
relacionarse con cualquiera de ellos.
Los 5 primeros números son de
entrega. Esa entrega se va intensificando hasta llegar a 5. Hemos ido cogiendo
fuerza, acumulando energía; somos el número que dispone de más energía para la
acción y aunque paradójicamente podemos sentirnos de golpe sin ella, como si
nos hubiéramos descargado. Así, unas veces nos encontramos llenos de energía y
otras veces completamente vacíos.
Tenemos la capacidad de tender
una mano y aportar nuestra energía a cualquiera persona o proyecto, como si
tuviéramos muchas manos. Esto simboliza también el gusto por la diversidad y la
capacidad para hacer múltiples tareas sin agotarnos. Nos encanta la variedad,
al contrario de la rutina que no soportamos por mucho tiempo. Este enfoque a la
variedad funciona porque damos energía al otro para que la utilice con su
criterio, que en cierta manera es como darle libertad y, a la vez, sentirnos
libres nosotros porque pasamos a otra actividad diferente al poco tiempo.
No nos agota la actividad sino la
monotonía, nos agota dar nuestra energía de forma continua a la misma cosa. Eso
es como dar batería ininterrumpidamente a un coche que cuesta arrancar. Si a
esa situación le añadimos la creencia de que no somos capaces de arrancarlo,
nos esforzamos, sentimos que nos descargamos y nos quedamos sin fuerzas.
No es cierto que nuestra energía
pueda agotarse, es como decir que se pueda agotar la energía del Universo,
porque es de ahí de donde viene, pero también es cierto que a veces nos
sentimos sin energía. Esa fuente inagotable de energía que poseemos atrae a los
demás porque la necesitan; la obtienen de nosotros de forma fácil. Eso no es
problema porque normalmente nos sobra energía, pero cuando sentimos que se está
acabando nos ponemos muy a la defensiva, adoptamos un enfoque muy cerebral que
no nos suele funcionar.
Descubrimos nuestro enorme
potencial entregando esa energía. Hasta que no metemos la mano en el bolsillo
no sabemos qué hay dentro. Quizá mientras buscamos en el bolsillo para darle
una moneda a un mendigo podemos descubrir que somos ricos y que disponemos esa
fuente inagotable de energía.
Como tenemos tanta energía,
tenemos mucho miedo también. El miedo es fuerza creativa bruta que todavía no
se ha refinado. Se requiere un proceso de transformación de energía bruta a
refinada para que pueda ser utilizada. Antes de refinarla se siente una mezcla
de miedo y excitación, como sentarse al volante de un coche de Fórmula 1 sin
tener permiso de conducir. Antes de poder refinar la energía, hay que darse
cuenta de que está ahí; encontrar el miedo en una parte concreta del cuerpo es
una forma de reconocer y contactar con ella. Una de las maneras brutas en las
que sale nuestro miedo o energía sin refinar es en forma de “nervios”. Entonces
buscamos algo donde enfocarnos para echarle la culpa a esa circunstancia, y
decir: “¡¿cómo quieres que no me ponga nervioso con esto?!”
Hay que convertirse en donante de
energía que es un proceso alquímico porque cuanta más damos, más tenemos. Si no
compartimos la energía que nos entra, se vuelve en contra nuestro. La energía
siempre circula y se manifiesta de una forma o de otra, consciente o
inconscientemente; decir ¡NO! es un ejemplo de bloquear la salida de esta
energía impidiendo su circulación y eso puede manifestarse en problemas físicos
de todas clases. A la vez, si no damos salida a esta energía, además de
consumirnos internamente, nos entra muy poca, porque no cabe, nos bloqueamos.
Si queremos que entre lo nuevo, debemos crear antes un espacio libre y vacío:
tenemos que soltar lo viejo.
Hemos venido a ser libres, pero
ése es también nuestro desafío porque solemos ser dependientes de las personas
o proyectos que creemos que se lo merecen. La dependencia va en contra de
nuestra esencia, así que parte de nuestro camino es el paso de ser dependiente
a independiente. La libertad nos atrae y nos asusta a la vez, pero para ser
libres debemos superar el miedo a la libertad.
Tenemos la capacidad de sentirnos
libres. El camino es aceptar esa libertad y para hacerlo, hemos de dársela
antes a otros y eso es lo que muchas veces resistimos. Nos encanta sentirnos
libres, pero también nos gusta que los demás sean, en cierta manera,
dependientes de nosotros. Ése es nuestro desafío y lo que impide que nos
podamos sentir realmente libres. ¿Cómo se va uno a sentir libre si necesita
sentir la dependencia de otros?
Hemos venido a realizar nuestra
independencia, que es como arrancar un día un coche y el siguiente día otro,
pero sin irnos necesariamente con él. Se trata de entregarnos al proceso de
arrancar y dar la libertad al otro para que pueda circular por su cuenta.
Nuestro problema es que como hemos arrancado el coche, queremos irnos con él;
si no podemos irnos con él, queremos saber a dónde va, qué va a hacer allí y
cuándo volverá. Eso es una forma de control que no nos funciona, porque hemos
venido a ser libres y, para serlo, debemos dar la libertad al otro; en el
instante en se la entreguemos al otro, podremos disfrutar la nuestra.
El mundo material nos provoca
cierta confusión; por un lado, nuestra esencia es energética y, por otro lado,
somos muy materialistas. Esto produce un conflicto entre nuestra esencia y su
opuesto, que es lo que creemos que nos falta. No tenemos muy claro qué es el
mundo material, para qué sirve o si queremos estar donde estamos. La confusión
hacia el mundo material nos viene de nuestra esencia energética, porque al ser
tan energéticos vemos la materia como una debilidad, algo que no dominamos y
eso nos hace dependientes de ella. Nos olvidamos que el mundo material está ahí
para nosotros, para apoyarnos.
Para sentirnos cómodos en el
mundo material sólo hay que cambiar el enfoque y darnos cuenta de que la
materia es una manifestación energética más; lo que la diferencia es que es más
lenta. La materia es energía en forma sólida, se puede observar porque su
proceso de cambio es lento, comparado por ejemplo con un rayo de luz. Esa
velocidad más lenta nos permite tocarla, pero no es más real que la no materia.
Nos sentimos inseguros porque nos parece que no podemos tocar la energía y nos
apegamos a la materia como algo fijo, algo en lo que se puede confiar, porque
lo visible lo podemos tocar. Resistimos nuestro camino energético.
Nosotros queremos sentirnos
libres y a la vez seguros. Y eso no sucede hasta que no podemos sentirnos
cómodos en la inseguridad. Mientras tanto, ese temor hace enfocarnos en la
materia, porque como es sólida nos hace sentir más seguros, nos da la confianza
que nos falta. Eso nos convierte en personas materialistas. Nos creemos el
mundo físico demasiado, de forma que estamos convencidos de que lo que existe
es lo que se puede ver; si no lo vemos es que no es verdad. Como le damos tanta
importancia a lo físico, lo tenemos que controlar porque nos parece que nuestra
estabilidad depende de ello.
Presumimos que el mundo debe
funcionar de una forma lógica y así intentamos aprender esa lógica para
controlar el mundo. Pero hay un momento en que la lógica falla y se descontrola
todo; entonces nos sentimos perdidos, porque si el mundo no es lógico, es que
está loco. La confusión se relaciona con presumir que hay cierta lógica que uno
no conoce. En cuanto uno de da cuenta que esa lógica no existe deja de estar
confundido. Bien, y si al final resulta que el mundo está loco, quizá para
relacionarnos con él uno deba estar loco también… aunque eso es muy arriesgado
porque para hacer locuras hay que dejar de controlar. Y si uno deja de
controlar ¡¡¿qué va a pasar?!!
Nada. Mejor todavía, va a dejar
de pasar lo que no queremos que pase… Cuando tememos algo le damos mucha
energía y eso puede hacer que se manifieste en nuestra vida.
“El
amor es la auténtica manifestación divina para el 6, más allá de la materia del
4 y de la energía del 5. La expresión del amor sin apego le permite conectarse
y es la fuente de su creatividad, y también de su éxito. Esta comunicación
divina es tan importante para el 6, que le parece que obliga a ser muy
responsable y muy serio. A partir de esta visión forma también su idea de
perfección, que dificulta su propia aceptación.”
El movimiento del 5 al 6 es el
paso de la cantidad a la cualidad, el paso de dar cantidades, de forma más
material y directa como hace el 4 y el 5, a dar cualidades, como la atención y
el amor. Lo que el 5 da en términos más físicos, el 6 lo da en términos
refinados.
El 6 es el 3 realizado,
manifestando sus tesoros exteriormente. El 4 le da la forma, el 5 le da energía
y el 6 lo comparte. Del 1 al 5 son números de siembra y del 6 al 9 de recogida.
Vemos, pues, que el 6 es el primer número que
recoge, así que esta vez, o en este periodo, nos toca recoger, lo que nos
convierte en ricos y, como lo tenemos todo, no nos queda más remedio que dar.
Tenemos el proceso creativo ya desarrollado, somos como un 3 pero productivos.
Tenemos la capacidad de manifestar nuestra visión externamente, no como el 3,
que ya se siente satisfecho conociendo el proceso creativo y expresándolo con
palabras. Nos llama la atención lo que el 3 ha encontrado y tenemos la
capacidad de manifestarlo físicamente. Tenemos la energía creativa más refinada
y solemos organizarnos bien para mostrarla al mundo a través de nuestro
trabajo. Podemos trabajar en nuestra propia empresa o para otros, pero en
cierta forma siempre sentimos que trabajamos para nosotros. No hace falta que
nos exijan demasiado porque somos muy responsables y, si nos controlan nos
sentimos atacados, como si no nos tuvieran suficiente confianza.
Estamos aquí para dar amor y,
aunque muchas veces creemos que no estamos dando suficiente, en cada momento lo
estamos dando. El dar se relaciona más con la calidad que con la cantidad. A
veces, con sólo nuestra presencia ya es suficiente.
Venimos a aprender que la
comunicación es la expresión sin esfuerzo. Somos como un canal abierto, decimos
lo que sentimos y a veces eso produce el efecto de meter la pata. Somos muy
intuitivos y lo más probable es que acertemos, pero como nos sale de golpe y
sin pensar, aparenta una metida de pata o algo ofensivo para la otra persona,
cuando no era nuestra intención; en la medida en que nos sentimos más libres,
nuestras palabras no aparentan tan ofensivas y son más aceptadas. Eso se logra
soltando el apego a lo que estamos diciendo y dejando de querer controlar al
otro. Si no hay apego ni intención de controlar, el otro no se ofende. Eso
representa la evolución de nuestro canal de comunicación.
Nuestra idea de perfeccionismo
está bastante alejada de la realidad de forma que se nos presenta como algo
inalcanzable. Esta idea, por un lado, dificulta aceptarnos porque nos
comparamos con ella y, por otro lado, cuando queremos hacer algo, lo queremos
hacer tan bien, tan “perfecto”, que dudamos de si lo podremos realizar como nos
gustaría. Es decir, nuestro objetivo está tan “arriba” y nosotros, por nuestra
falta de aceptación, tan “abajo”, que nos parece que no somos capaces de
llegar. Por suerte, es una percepción distorsionada de la realidad, porque en
realidad la distancia no
es tan grande y cuando por fin
nos lanzamos, alcanzamos el éxito mucho antes de lo que creíamos y con menos
esfuerzo.
Tenemos buena suerte y nos cuesta
aceptar lo que no sentimos que nos hemos ganado. Hemos venido a vivir el éxito,
que es esa satisfacción personal de sentirse realizado. El que no lo vive así
es porque reprime es acto de dar, incluso el darse a sí mismo. Sucede por una
falta de aceptación de uno mismo y de control sobre lo que damos. Creemos que
lo que vamos a dar no es suficientemente bueno y por no arriesgarnos,
preferimos no dar. Nos cuesta aceptar el valor de lo que aportamos a los demás
y nos resistimos a nuestra buena suerte.
Solemos tener de todo para
pasárnoslo bien, pero sufrimos mucho porque somos demasiado responsables. Somos
muy sociables, queremos agradar y que los demás vean lo responsables que somos.
Eso nos puede impedir hacer algo que nos apetece porque los demás puedan pensar
que está mal.
El exceso de responsabilidad
parece que indica también la obligación de juzgar. Somos especialistas en
juzgarnos a nosotros mismos y por supuesto a los demás. Juzgamos si es bueno o
malo, si le sirve o no le sirve, si es peligroso o no, si lo merece o no. Cada
vez que juzgamos eliminamos el 50% del mundo y así vamos restando, hasta que
nos podemos quedar solos. Eso nos va aislando y de manera exagerada lo podemos
vivir como un abandono total.
Nos sirve la expresión o el
sentimiento de “nosotros” y no sólo “yo”. Así uno se siente responsable de
menos, lleva menos peso porque queda repartido. Si no sabemos de quién decir
“nosotros”, no hay problema, puede ser la fuerza de la vida o el resto del
Universo.
A través del amor sentimos la
conexión con Dios, es como si tuviéramos una línea directa con Él. Al sentir
esa conexión no podemos evitar tomárnosla muy en serio y, en consecuencia,
queremos ser muy responsables de ella.
Lo mejor que nos puede pasar es
enamorarnos, que es como si de repente alguien enciende la luz en nuestra vida.
Entonces no sólo vemos el otro, vemos cómo brilla con intensidad todo lo que
está a nuestro alrededor, toda nuestra vida toma color. Cuando estamos
enamorados y nos sentimos amados, nos atrevemos a realizar cualquier proyecto,
nada nos puede frenar. Si la pareja nos inspira, nos sentimos capaces de hacer
cualquier cosa que nos propongamos.
“Su
mente le conduce por el camino de la lógica hasta que llega al precipicio. El salto
que debe realizar es lo que llamamos transcendencia, el paso del pensar al
saber. A través de ese salto puede ver el mundo como una proyección de la mente
y a la vez como la metáfora de que Dios está en todas partes, una realidad
misteriosa que va mucho más allá de las palabras. Es entonces cuando puede
regresar a la mente, ya silenciosa, un volver a casa cuando ésta se convierte
en el mundo.”
No es fácil renunciar a todo
cuando tienes mucho. Parece más fácil renunciar a todo cuando no tienes nada. El
caso es que si no lo tienes, o de alguna manera no lo has tenido, no puedes
renunciar a ello. Si lo intentas, lo que se produce es una especie de rechazo
que te apega más a ello y entonces la renuncia es sólo una justificación para
explicar que no lo puedes tener. Los números del último triángulo son ricos,
ellos pueden renunciar. Su camino pasa por renunciar o desapegarse: el 7 de la
razón, el 8 del poder y el 9 de todo.
En este último triángulo se
amplia la visión, el 7 al Mundo, el 8 a Dios y el 9 al Vacío. El 7 es el primer
número del triángulo y con él empieza el movimiento hacia la Nada, hacia lo
menos específico y lo más amplio. El 7 vive el principio de ese movimiento al
Vacío y eso le provoca mucho ruido mental. El 7 es un número con mucho misticismo:
7 días, 7 chakras, 7 colores del arco iris.
De niños, en casa o en la escuela, oímos que somos
listos y que aprendemos muy rápido. Eso hace que nos apoyemos en lo que mejor
resultado nos da: la razón o la lógica. Nuestra mente es muy potente y una de
las formas en las que se manifiesta es a través de lo que llamamos
inteligencia. Seguimos el camino de la razón hasta que se acaba; trascender es
el salto que debemos realizar para pasar de la razón al corazón.
En la primera etapa de nuestra
vida somos agresivos y desconfiados, porque la mente es agresiva. Hay quien
manifiesta esa agresividad y hay quien intenta reprimirla. Como no hay nada que
se pueda reprimir, esa agresividad reprimida se manifestará probablemente a
través de problemas físicos en el cuerpo, los más comunes para este tipo de
represión son los problemas dentales.
Nos gusta ganar; ese es uno de
los juegos de la mente y del ego, que es muy fuerte. Muchas veces creemos que
si nosotros no lo sabemos, es que no es verdad. Tendemos a ver al mundo como
una competencia, en forma similar a como veíamos los exámenes o los “test” en
la escuela. Para nosotros eran un enemigo que había que vencer, un ataque del
mundo, una prueba que había que superar para sobrevivir y no una forma de
aprendizaje o evaluación del sistema educativo. Como nuestra mente nos ha dado
buenos resultados, nos hemos situado en una posición más alta con respecto a
los demás, llegando a la conclusión, a veces, de que el otro no sabe nada. La
vida nos suele hacer bajar de las alturas y haciendo que aprendamos algo de la
caída.
La intuición es otra de las
cualidades de nuestra mente, pero si cuando nos viene una idea o una intuición
nos ponemos a buscar su explicación o su parte racional, puede volverse en
contra nuestro, porque damos tantas vueltas que acabamos tropezando en nuestros
propios pies.
En la primera parte de nuestra
vida somos muy analíticos, nos pensamos todo demasiado y muchas veces parece
que no tenemos sentimientos. Sí que los tenemos, lo que ocurre es que nos
cuesta contactar con ellos. Nosotros queremos entender el contacto personal en
lugar de vivirlo y sentirlo. Cuando la mente toma el control, podemos ser muy
fríos. Eso nos hace bastante desapegados de las personas, les ponemos a una
distancia. Si el otro es susceptible, le parecerá que le despreciamos aunque
ésa no es nuestra intención. Es difícil que seamos dependientes de alguien y si
además es el otro quien lo pretende, más difícil todavía. No nos gusta depender
de nadie, nos creemos demasiado inteligentes para serlo; sólo somos
dependientes de nuestra mente.
Nuestra mente va a mucha
velocidad y suele llegar a conclusiones con facilidad. El problema es que
creemos que sabemos lo que va a pasar y nos olvidamos que esa conclusión está
basada en el pasado. Vamos a poder disfrutar de la vida en el momento en que
confiemos en nosotros mismos lo suficiente para dejar de vivirla en función de
nuestro pasado. Volvemos constantemente al pasado porque queremos protegernos
de él. Hemos sufrido y no queremos sufrir más, por eso vigilamos el presente,
para que no se repita el pasado, pero eso nos lleva irremediablemente al pasado
una y otra vez. Cada vez que volvemos a él, le estamos dando más y más fuerza.
Vigilamos el presente porque no confiamos suficiente en lo que nos puede traer
la vida. La confianza se traduce aquí por una aceptación del mundo y de los
acontecimientos que nos trae. Cuando vemos el mundo como algo peligroso, nos
aislamos para protegernos de él.
Siempre tenemos un plan, para
nosotros y para los demás. Nosotros queremos que los demás sigan nuestro plan,
pero no lo hacen porque ése no es su plan. Si además nos guardamos parte de la
información, peor, porque el otro suele percibir algo raro que le frena; no
somos buenos manipuladores, se nos ve venir.
Nosotros siempre queremos tener
razón. Nos encanta tener la razón, es una sensación de éxtasis mental. Así,
establecemos con el mundo una lucha por la razón y eso nos atrae
acontecimientos en los que nos preguntamos: ¿Cómo me ha podido pasar esto a mí,
con todo lo que yo sé? La vida nos toma el pelo. Paradójicamente, el mundo para
de decirnos que estamos equivocados en el momento en que paramos de insistir en
que tenemos razón. Para que eso suceda, hay que estar en silencio, que es una
de las claves de nuestro camino.
Tenemos buenos sentimientos, pero
los tenemos en forma de plan, a nosotros nos parece que es lo mismo, pero en el
paso del sentimiento al plan, nos perdemos buena parte del sentimiento. Creemos
que la vida se puede explicar, entonces confundimos y mezclamos mente y
corazón. Un ejemplo es querer a alguien: “pienso que te quiero…”. Para nosotros
no es sólo un “te quiero”, sino que tenemos muchas razones para querer a esa
persona: “Te quiero por tu dulzura, por tu belleza, por tu independencia,
porque eres fuerte, por tu carácter, porque me haces reír, porque eres buena
persona, por esto y esto...”
En realidad no hay razones para
enamorarse de alguien, aunque si le preguntamos a la mente nos dará unas
cuantas, ése es su trabajo, dar respuestas. Pero también si pedimos razones
para no querer a alguien, también nos las dará, sigue siendo su trabajo. Parte
de nuestro camino pasa por darnos cuenta que lo que llamamos mente es un
instrumento a nuestro servicio y que la mayoría de las veces no hay que hacerse
muchas preguntas o, por lo menos, no hacer mucho caso a las respuestas. Somos
extremistas, a veces aparentamos poco equilibrados. Esto ocurre, por una parte,
porque la mente es extremista, y siempre se debate entre dos extremos, un
pensamiento y su opuesto, es decir, ¿será esto…, o será lo contrario? Por otra
parte, cuando abandonamos la mente y nos situamos en el corazón, nuestra
conducta es completamente sorprendente e irracional. Así solemos aparentar muy
racionales y, de golpe, muy emotivos y arrastrados por nuestros sentimientos.
Esto ocurre porque tememos hacerle caso al corazón, tememos sufrir, e
intentamos mantener el corazón enjaulado por los barrotes de la mente. Entonces
cuando el corazón logra escapar, nos comportamos de forma completamente
irracional; es el baile entre extremos, uno tira de otro. Cuando por fin nos
permitimos escuchar al corazón de una forma serena, parece que nos cambia la
vida.
“Con
el 7 se llega al Mundo y con el 8 al Poder, que representa el papel del creador
sin límites, la esencia de vacío, silencio y espacio que es el origen de todo.
La fuente del poder es la nada. Ésa es la respuesta a la pregunta quién soy. El
8 viene a administrar poder para quedarse vacío, que es su meta, su próximo
paso al 9. Su desafío es la manipulación, que no es un acto de poder sino de
sentirse sin poder.”
Llegar a 8 ha sido un proceso de
acumulación de poder. El 8 es también el número de la muerte o la
transformación, porque el proceso se acerca al final, el 9, y se puede ver
venir. El 9 no lo ve venir porque ya está allí y está mirando hacia el otro
lado, la Nada. El 8 toca la última dimensión del poder, la más alta, porque el
9 está de despedida y ya no le interesa.
Somos un número de poder,
transformación y espacio. Todo en la vida se relaciona con poder; levantarse de
la silla o de la cama requiere poder. Lo que llamamos fe o confianza también es
poder. El que puede arriesgar, el que tiene el poder para arriesgarse, decimos
que tiene fe. Somos como el director de una sinfonía; la música es una creación
artística, es bonita. El director hace como de mago con su varilla; no toca
ningún instrumento pero le da el espacio a los músicos para que expresen su
talento. Nuestro poder es indirecto, es a distancia. Cuando utilizamos nuestro
poder directamente metiendo la mano, normalmente lo que hacemos es meter la
pata. Lo nuestro es trabajar a distancia; la gracia de la magia es que ocurra
algo increíble sin tocarlo, la magia es invisible. Cuando ponemos la mano es
porque no confiamos suficiente en nuestro poder y el resultado no suele ser
magia, sino manipulación.
No hay que meter la mano si no
hace falta y la mayoría de las veces no hace falta. Un buen ejecutivo sabe de
qué detalles debe ocuparse. Eso reduce el campo de meter la mano al de los
detalles que valen la pena. Cuando se nos ocurre algo que vale la pena hacer,
también se nos puede ocurrir alguien que puede disfrutar haciéndolo y hacerlo
muy bien. Eso es una forma de crear y dar un espacio para otra persona.
Nuestro papel es representar a un creador sin
limitaciones. Si tenemos claro lo que queremos y actuamos con principios
elevados y desapego, es muy probable que se manifieste. Dios sólo dijo: “¡¡Que
se haga la luz!!”. Él no era electricista, ni puso las bombillas, ni pulsó un
interruptor. ¿A quién convenció Dios para que se hiciera la luz o a quién se lo
dijo? ¿Se le ocurrió la posibilidad de que no se hiciera la luz? El papel de un
creador sin límites es de fuerza indirecta, de asumir la responsabilidad, sin
poner la mano.
El sentirse víctima, tener miedo,
la falta de confianza en que la vida apoya, la creencia de que la vida es una
lucha y que hay que esforzarse para conseguir las cosas, es lo que provoca que
las cosas no funcionen como nos gustaría. Si nos enfocamos de forma negativa
los resultados son obvios. Un ejemplo de este proceso es temer las cosas que no
queremos. Es como tener un jardín con flores; debemos tener claro cuáles son
las flores que queremos regar. Nuestra atención es muy potente y cuando nos
ponemos a pensar en algo, aunque sea algo que no queremos, le estamos dando
fuerza en nuestra vida. La atención es como el agua que les echamos a las
flores. La atención sigue al pensamiento, así que si no queremos algo, en lugar
de darle atención negativa, démosle atención a lo que sí queremos. De forma
práctica, el “no……..” le da más fuerza a lo que decimos detrás del no. Las
flores que no regamos simplemente se marchitan y se secan. Para nosotros esto
es una regla de oro, pero como toda regla tiene su excepción y es que todas las
flores tienen su regalo y no hay que resistirse a cogerlo. Si nos resistimos al
regalo o al mensaje, la vida lo sigue trayendo hasta que lo cojamos, lo
reguemos o no.
Nuestro camino suele pasar por
alguna situación apurada para darnos cuenta de todo el poder del que
disponemos. Eso nos puede obligar a buscar en el fondo de nuestro bolsillo y
descubrir todo lo que hay allí. Nos ponemos límites, pero los límites no están
realmente ahí. Cuando nos acercamos a un límite lo suficiente, descubrimos que
desaparece. Una situación apurada nos puede obligar a ir más allá de esos
límites y descubrir el tesoro que está a nuestra disposición. Si uno dispone de
un poder ilimitado, ¿para qué va regatear con él? No hay que negociar con el
poder, no importa quedarse aparentemente en números rojos dando, es decir, dar
más de lo que nos parece que tenemos. Eso nos sirve para darnos cuenta de
capacidades propias que desconocíamos. Cuando hablo de números rojos no me
refiero al dinero de la cuenta bancaria, aunque el dinero es una de las
metáforas de poder. Hay veces que hacemos cosas por personas y creemos que ya
hemos hecho suficiente. Pero siempre vale la pena hacer más, que no indica
esforzarse más, sino solamente darle más atención e intención a nuestros actos.
No querer hacer más por algo o
alguien es un problema de poder personal, de creer que no tenemos suficiente.
Lo único que hay que hacer es alinearse con lo que está pasando. El tomar una
decisión o escoger tiene un aspecto mental y otro emotivo. Nosotros ponemos
demasiado énfasis en el mental cuando no nos sentimos con suficiente poder para
dejarnos llevar por la emoción. El mejor criterio para escoger es el que te
hace decir: “¡Qué bonito!”. Eso es todo.
La vida no nos perdona actuar con
tacañería cuando somos ricos. El tacaño es el que no se permite decir: “¡Que
bonito!”, porque está calculando. Si hay que calcular, que sea cómo lo vamos a
hacer, y no si lo vamos a hacer. Entonces ya no es calcular, sino organizar.
Cuando evolucionamos, el precio da igual, porque estamos dispuestos a pagarlo,
sabemos que lo que sólo cuesta dinero es barato.
Aunque ponemos mucho énfasis en
la parte externa o material de las cosas, estamos conectados a lo interno, de
una forma u otra. El vacío nos recuerda la muerte, el momento de la
transformación. Acordarse de la muerte va bien porque nos ayuda a quitarle
importancia a cosas que realmente no la tienen. Es mejor hacernos amigos de la
muerte porque si no nos volvemos muy serios.
“El
9 es el último número. Es la esencia que celebra su realización, el volver a ser
Uno, entregándose a la Totalidad. Puede vivir su vida como si estuviera en una
“Fiesta de Final de Curso”. La “Fiesta” simboliza la celebración, el “Final”
representa el desapego y el “Curso” simboliza la sabiduría. El 9 disfruta de la
fiesta mientras se lo permite y, de golpe, se resiste terriblemente a la
soledad de la despedida. Su vida no es nada aburrida, parece que va montado en
una montaña rusa... ¡La vida nunca le tiene lástima a un 9!”
Todos los números son
espirituales, pero el 9 es el que tiene una conexión más directa con el
Espíritu, pues lo tiene de frente.
El 9 es el último número, si el 1
viene del Todo, el 9 va hacia la Nada. El Todo y la Nada son distintas
manifestaciones de lo Mismo y aunque el 9 va a unirse con la Totalidad, lo ve como
la Nada. Desde donde está el 9 lo ve como un vacío porque mira hacia allí y no
hay nada donde agarrarse, sólo espacio infinito. El 9 está cargado de sabiduría
y experiencia y debe desapegarse de todo, soltarlo todo y entregarse a la Nada
por fe. A pesar de su evolución y debido a ella, el salto al vacío le provoca
miedo.
En el 9 ya estamos mirando a la
Nada, a esa esencia que es la base de Todo, aunque eso no quiere decir que la
veamos. Al principio solemos estar muy apegados a lo físico, ése es el principio
de nuestro camino y a medida que evolucionamos, vamos a vivir el desapego.
Una forma muy práctica de alinearnos con nuestro
camino es enfocar nuestra atención en las cualidades y no en las cantidades. Si
nos enfocamos en cualidades como el amor, el dar, la libertad o la belleza, las
cantidades se cuidan solas. Por ejemplo, vamos a un anticuario y vemos un
cuadro abandonado en una esquina; como nos parece bonito, lo compramos y nos lo
dan muy barato; luego nos enteramos de que es obra de arte valiosa. Lo que nos
movió a comprarlo fue su belleza y que se podía colocar en un sitio mucho mejor
que donde estaba y no el hacer un buen negocio; eso es guiarse las cualidades y
no por las cantidades. Al contrario, cuando vamos de enterados y queremos hacer
un buen negocio, no suele salir. Cuando hacemos las cosas motivados por sus
cualidades todo va bien, pero cuando intentamos ser prácticos nos confundimos y
sale mal.
Cuanto menos prácticos somos, en
términos económicos, mejor nos funcionan las cosas. No deberíamos justificar
nada por el dinero que cuesta. Cuanto menos nos guiemos por aspectos
materiales, mejor anda todo en nuestra vida y eso implica que también funcionan
sus aspectos materiales. Si algo nos parece bonito, nos gusta, nos inspira, eso
es más que suficiente para que le aportemos nuestra energía, pero si lo hacemos
sólo como una inversión económica, lo más probable es que no funcione. Tenemos
una relación directa con el Espíritu, que no nos permite estar pendiente de
tonterías.
Somos un número de cosecha, vamos
a recoger todo lo que hemos ido sembrando, las cosas a las que hemos dado
nuestra energía a lo largo de todo el ciclo. Venimos a completar, la vida nos
pasa cuentas. Es hora de terminar cosas, nos aparecen todos los cabos sueltos y
hay que atarlos. El proceso acaba cuando el cabo está atado y entonces hay que
ponerse a atar otra cosa. Nos parece que cuando tenemos el cabo atado es el
momento de disfrutar de un poco de tranquilidad, pero lo que ocurre es que nos
aparece en seguida otro cabo pendiente. Entonces puede parecer que nuestra vida
se desploma de nuevo; no acabamos de salir de una cosa y ya estamos metidos en
otra. Este proceso sigue y sigue mientras continuemos tan apegados a la
materia.
No solemos escuchar demasiado a
los demás; nosotros lo tenemos claro, escuchamos a Dios. Sentimos que
conectamos directamente con la fuente de la sabiduría, interiormente nosotros
ya sabemos. Buscamos opiniones para que nos confirmen lo que ya sabemos. Cuando
las escuchamos, confirmamos que “esto es lo que yo decía” o “eso ya lo sabía”.
A pesar de lo que aparenta, esa confirmación no nos induce a actuar. Sea lo que
sea lo que nos han confirmado, nosotros ya lo sabíamos antes y, a pesar de
ello, no habíamos hecho nada. Nada ha cambiado ahora y la lista de excusas para
no actuar se consolida. Eso nos ocurre porque nos cuesta terminar con el
pasado, cortar, desconectar. Estamos muy enganchados, apegados a nuestro
pasado.
El problema vuelve a ser la
solución, porque cuando más apegados estamos desde más alto caemos, la vida se
encarga de eso. Nosotros ya sabemos suficiente, la vida nunca nos tiene
lástima. Es como estar agarrado a una noria que está subiendo. Cuanto más
tardemos en soltarnos, peor, porque desde más alto caeremos. Eso provoca que
veamos nuestra vida como si
estuviéramos montados en una montaña rusa, por la velocidad y por la caída.
Hacernos los listos ya no nos
funciona. La vida nos exige que estemos ahí con todas las consecuencias. Si nos
escondemos, nos busca y nos pone a la vista. A otras personas la vida las
tratará con más cariño y suavidad, les permitirá deslices y hasta les echará
una mano. Pero nosotros ya tuvimos oportunidades de sobra para aprender la
lección, además se nos acabó el tiempo.
Somos maestros, por nuestra
experiencia, por toda la trayectoria que tenemos detrás. Vamos a dar ejemplo
con nuestra vida. Puede que sea un ejemplo a seguir o todo lo contrario: “mira
lo que le ha pasado a éste por hacer eso”, que sigue siendo un ejemplo, pero de
lo que no hay que hacer. En cada momento estamos transmitiendo una enseñanza
que es nuestra propia vida. Esto también se relaciona con uno de nuestros
dones, y es que cuando nos lo permitimos, sabemos disfrutar de las cosas
sencillas de la vida. Es un don que compartimos con facilidad, porque en los
momentos que sucede se contagia a las personas que están a nuestro alrededor.
Dios es el último lujo y nosotros
lo tenemos muy cerca. Ese lujo tiene un precio y, para nosotros, la forma de
pagarlo es entregarnos al vacío.
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